martes, 27 de septiembre de 2011

"Palos por amor no duelen"

Eran los años cuarenta, según el anecdotario de la abuelita Violencia. En una ciudad no tan pequeña de México, lo normal era pensar en mujeres dedicadas al hogar, obedientes al patriarca, con una sonrisa de sólo pensar en educar a su familia. También era común tener muchos hijos, desear tener muchos hijos y de ahí formar una familia re grande. Aun así, en ese tiempo de repente surgían mujeres con una fortaleza de espíritu poco común, así pues, hubo tres mujeres que en verdad se ganaron el apellido Violencia.

La bisabuelita Violencia cuando viejita, era una mujer menudita, de piel y cabello muy blancos, voz dulce y movimiento lentos, cual se espera de su edad. Pero de joven, ella era una verdadera matriarca: mujer sencilla, emprendedora, dueña y administradora de varios negocios que normalmente se destinaba para los hombres (materiales para la construcción, agricultura, cantinas, etc.), sabía también montar a caballo y tenía muchas habilidades dignas de admiración. Con todo y todo, a diferencia de algunas mujeres "liberadas" de hoy día, ella también sabía coser, supongo bordar, cocinar, limpiar la casa, etcétera. En otras palabras, era una mujer en toda la extensión de la palabra. 

De entre todos sus hijos, apareció la abuelita Violencia. De carácter aparentemente dulce, era un mujer avocada a su familia, su gran logro fue conseguir que sus ocho hijos estudiaran y la mayoría de ellos formara una familia. Nunca dudó en ayudar a la bisabuelita Violencia, a pesar de una especie de distanciamiento extraño entre ellas, y tampoco se detenía en apoyar al socio en caso de necesitarlo. Luchona, trabajadora y un poco viciosa (amaba el cigarro), no le tenía miedo a nada o a nadie. Cuenta ella que una vez hubo una pelea en donde le iban a dar duro al socio, entonces ella se metió para defenderlo rompiendo una botella en la mesa al grito de "¡Órale!".

Y por último, está la tía abuela Violencia, dueña del título de esta entrada. La tía abuela vivió en una época en donde los padres eran celosos con las hijas en el sentido de tratar de "casarlas bien". De esta forma, lo usual era no dejarlas tener el novio que quisieran. Pero la tía abuela era noviera, le gustaba mucho salir con el susodicho y entregar el corazón. Se ganó el puesto en el anecdotario de la abuelita porque hubo alguna vez (tal vez varias) en que el bisabuelito Violencia la cachó, el castigo fue duro: darle con un palo golpes para que aprendiera la lección. La cuestión con la tía abuela Violencia es que ella era fuerte, era rebelde y dura, así que respondía a modo de afrenta "¡Palos por amor no duelen!". 

Y si he de ser honesta, envidio esa actitud. A veces, creo que el mundo actual está demasiado metido en las crisis existencialistas: quién soy, soy lo que quiero, qué necesito para ser feliz, si no tengo una familia o un buen empleo soy un fracaso, cuál es mi misión en este mundo, cuál es mi lugar en este mundo, etcétera. Y se nos ha olvidado sentir esa necesidad de vivir el diario con pasión, ser valiente y decir "¡Palos por amor no duelen!", gritar: ¡vida me puedes golpear todo lo que quieras, pero yo levanto la cara y siento orgullo de lo que soy y lo que he hecho!, yo quiero sentir esa pasión de los grandes movimientos. No se trata de volverse persona extrema que vive el peligro a flor de piel. Se trata de no tener miedo y vivir y salir adelante a pesar de los obstáculos.