lunes, 30 de mayo de 2011

Y los mirones se hacen presentes...

Además de aprender a lidiar con una situación extrema a lo que salud se refiere, los paramédicos también se entrenan en mantener la mente fría con los "espectadores" del accidente-show. Es común que el tráfico se vuelva pesado a causa de un accidente, sin embargo, muchas veces esa lentitud se debe a los conductores curiosos con una necesidad de conocer lo ocurrido, o bien, simplemente deleitarse al ver un golpe, tal vez algún herido.

Menciono lo anterior porque estoy convencida que cada uno de nosotros tiene un pequeño lado morboso que disfruta de ser espectador de las vidas ajenas. Mis vecinos de en frente, de los cuales ya he platicado gustan de ventilar sus peleas, dieron un pequeño espectáculo de cinco minutos el día domingo. Esta vez se estaba gritando por causa de un dinero y una chapa, y ahí estábamos mi mamá y yo viendo desde mi cuarto la discusión. Una vez concluida, nos miramos, dijimos entre risas "al final, ¿a nosotros qué nos importa?". Y así como como lo hicimos, seguramente otros vecinos estaban también en frente de la ventana indiscreta escuchando la discusión, viendo a su pobre niño salir corriendo.

Y lo mismo aplica para las personas amantes de los programas de chismes, de revistas tipo TVyNovelas - la cosa más divertida cuando te vas a cortar el cabello - o TMZ. Al fin de al cabo, pareciera más importante enterarse de una pelea, de un engaño, de una caída, entre otros muchos menesteres, a saber si hicieron bien el trabajo. Incluso la ediciones de Big Brother en México fueron más exitosas con los famosos que con la gente común, por la cuestión de sus historias de vida y las telenovelas que ellos mismos creaban dentro de la casa por culpa de muchos ratos de ocio.

Así pues, es divertido chismear y armar el rompecabezas ajeno, y más divertido es cuando nos damos cuenta de que vamos en el mismo barco y a nosotros también nos puede pasar. 


viernes, 27 de mayo de 2011

Después de los calores...

Ha venido un poco de frescura en el ambiente, lo cual en verdad me alegra. Lo único malo es que ese mismo calor me está cobrando la cuota ya que me duele un poco la garganta debido a que - como dice mi gente - me las tomé muy frías y sin invitar.

He estado comiendo helado, tomando frapés, malteadas y todo lo que se le parezca. Además de eso me he desvelado, descuidado un poco mi comida y aumentado un poco más el estrés. Toda esa combinación me ha traído como resultado una garganta inflamada e irritada. Así que no me queda otra más que cuidarme porque no hay nada peor que enfermarse de gripa en época de calor.

Lo que debo reconocer es que el señor Tláloc ha escuchado nuestras súplicas y el día de antier mandó un poco de lluvia. Ahora ofreceremos un par de bailecitos curiosos para ver si así nos hace el favor de no sólo mandar nubes negras, si no también esa agua refrescante tan bien recibida por nosotros.

martes, 24 de mayo de 2011

El arenero playero

El famoso arenero, ese que te pone arena en los ojos para que se te cierren, se ha hecho presente en estos días. No sólo me provoca sueño, también se lleva la poca energía que me queda. Y creo, en verdad lo hago, que su aliado es el calor.

Para mí, el calor era un sinónimo de libertad, pues podía deshacerme de la cantidad exagerada - no tanto como lo soy yo - de prendas que me acompañan durante el invierno. Así pues, el frío era el antónimo de la diversión y la comodidad, pues me encontraba atrapada entre blusas de cuello de tortuga, suéteres, chamarras y bufandas. En cambio, en el calor podía usar mis faldas, mis blusas y mis sandalias con la tranquilidad de estar cómoda a cualquier hora del día.

La cuestión es que llevamos más de un mes con una onda calurosa que no baja de los 25oC  cuando tenemos suerte y refresca. Estoy tan desesperada con este canijo calor de mínimo 30oC, que he sido capaz de invocar a Tláloc a través de las redes sociales, y pedirle piedad para sus no devotos. ¡Necesitamos agua en la ciudad! 

Así es como el arenero tramposo, haciendo mal uso del calor, provoca gente somnolienta en los camiones, en los carros, en las casas y en cualquier lugar de trabajo. Mientras él usa lentes de sol, unas bermudas rojas con floresotas blancas y una playera tipo polo blanca, yo tengo que utilizar pantalón y alguna blusa "cómoda" que vaya de acuerdo con mi imagen de maestra honorable. Lo imagino bailando agogó ya que logró soltar la arena por toda la ciudad.

En fin, tendré que retarlo llegando a mi casa tomando un segundo baño con agua fría.

Sólo puedo decir.. con esta onda de calor... Arenero agogó ¡te odio!

Tláloc... ¡ayúdanos! 

-- Nota: Mientras escribo, he visto que estamos a 40oC ¡Dios! --

jueves, 19 de mayo de 2011

Caí en la red...

Cuando yo tenía quince años, lo más común era platicar horas por teléfono fijo de casa a casa. Eso de tener celular estaba reservado para gente realmente pudiente - ¡me encanta lo rimbombante de la palabra! -, como eran los empresarios de grandes compañías, o los artistas de la tele o el cine. Además esos celulares, eran verdaderos ladrillos de enorme tamaño color negro o gris. A mí en lo personal, me hubiese dado más pena andar con eso en la mano a ser una usuaria feliz del teléfono fijo.

Mi primer contacto con el Internet fue hasta los diecisiete años, como resultado de la búsqueda de una tarea de Enfisema Pulmonar, y ese tema seguro marcó mi vida porque es fecha en que me acuerdo de él. A pesar de eso, la verdad rara vez entendía ese mundo tan fascinante para algunos de mis compañeros. Fue hasta los diecinueve años que en realidad tuve contacto con los chats y ahí me quedé. Incluso fui usuaria asidua de los famosos bbs, cuando casi llegaban al declive. 

En la actualidad, esta sociedad globalizada ha creado una generación de jóvenes autistas. Pegados a sus celulares touch, livianos, delgados y ligeros, pueden estar conectados todo el tiempo a la red. Así pues, las famosas redes sociales han cobrado fuerza porque explotan esa parte exhibicionista de las personas. Aunque yo era usuaria de los bbs, la verdad es que en ellos imperaban las letras más que las imágenes, y aunque su objetivo originalmente no era ese, se volvieron espacios de intercambio de información e ideas.

En cambio ahora, lo inn está en subir las fotos con los amigos, compartir cada paso que se da al día y crear una serie de interacciones sociales a veces distractoras del entorno. Al grado de ver a dos alumnas en el mismo salón hablando por messenger en vez de hacerlo de viva voz. Y como yo sigo siendo de la vieja escuela, tampoco entiendo mucho el hecho de preferir leer un libro en pantalla en vez de cargarlo en la mochila. 

Los jóvenes actuales, consideran importantes y necesarias las redes sociales, pues además de mostrar los aspectos positivos y un tanto picarescos de su vida, han encontrado en ellas un espacio de expresión. Ya que no sólo une a gente del mismo país, si no a la comunión de ideas de forma global. Antes del Inernet, era un tanto complicado poder hablar con alguien al otro lado del mundo, en cambio ahora, es de lo más común.

A pesar de ser de la vieja escuela, si caí en la red. Comencé con el Hi5, al cual cambié felizmente por facebook, intento encontrarle el amor al twitter y terminé utilizando blogger, para encontrar mi propio espacio de experimentación. Así que yo también comparto fotos, información y momentos perdurables en la red, así como mis opiniones y me entero de los chismes. Todo lo anterior como un sinónimo de innovación y vanguardia tecnológica.

Así que a mí también me ha pasado que he podido descubrir un par de mentirillas piadosas, o ventaneadas, a través de las redes sociales. Curiosamente, la gente olvida que habemos algunas personas a las cuales nos gusta más ser espectadores que protagonistas. Así pues, el día que una de mis mejores amigas olvidó avisarme de una fiesta a la que me había pedido acompañarla, a la cual me aseguró no se había presentado, y vi sus fotos en dicha fiesta, me enojó más haberla cachado en la mentira que la mentira en sí. Así que cuidado, una advertencia, así el Internet sea una herramienta moderna - o posmoderna, dependiendo del gusto de cada quien - lo cierto es que se maneja este principio:

"TIENE DERECHO A GUARDAR SILENCIO PORQUE TODO LO QUE DIGA PUEDE SER USADO EN SU CONTRA"

Tan tan

martes, 17 de mayo de 2011

Acariciando al primer mundo...

Mi colonia es de esas colonias residenciales de hace algún tiempo pero no muy viejas. Tiene una zona verde a la que le llamamos cariñosamente parque. Como buena colonia de antaño, tiene calles pavimentadas y otras con empedrado de piedras de río.

Una peculiaridad de mi colonia es, que a diferencia de los fraccionamientos modernos, es un completo desbarajuste. Hay calles que son como herraduras, algunas cerradas, avenidas que se cortan y vuelven a comenzar - como la mía - y lo más interesante de todo es que ni siquiera los mismos colonos sabemos dónde están las calles, es fácil perder al incauto que se le ocurre preguntarnos.

Además de eso, otra particularidad es el nombre de las calles. Tenemos algunas con tema religioso como Monasterio, Monjes y Sto. Domingo... y de ahí, los nombres no están para nada relacionados pues tenemos Puente de Alvarado, Indio Triste, Moneda, Pajaritos, La Acordada, El Callejón del Beso, Plateros, Vizcaynas, Espíritu Santo, La Joya, Doncellas, y un largo etcétera. Mi papá de plano optó por sacar una ampliación de un mapa que encontró para ayudar a los perdidos.

Por qué platico esto. Pues bien, acabo de enterarme que ya tiene tiempo que una persona común y corriente puede comprar su despensa a través de Internet. Por azares del destino, mi hermana optó por utilizar dicha innovación para nosotros - pues en el primer mundo es de lo más normal - e hizo el pedido a modo express, para que lo llevaran esa misma noche. Por cuestiones de programación nos tocó en el horario entre ocho y nueve de la noche. En la descripción del servicio, decía claramente que iba  a llegar un servicio de taxi con nuestro pedido.

Por ahí de las nueve y media, sonó el timbre como un lamento desesperado y mientras preguntábamos quién era, el joven proveedor seguía tocando el timbre como si estuviéramos sordos. Abrí la puerta y en vez de encontrar un flamante taxi, vi a un jovencito moreno con unas hojas maltratadas en la mano y un carrito de supermercado en frente de él. Después de un saludo (aunque no estoy segura creo que lo hizo), lo primero que hizo fue decir no sabe el trabajo que me costó llegar, me perdí, yo ni soy del departamento de abarrotes pero como estaba cerca me mandaron. Incluso, ante su prisa para irse, nos ayudó a meter las bolsas a la casa. Le pregunté si era de fuera a lo que respondió que si.

Después de media hora de seguir perpleja, lo único que pude pensar es "sólo en México pasan estas cosas". Lo único que puedo hacer es imaginar la escena: Supongo que dijeron, para qué gastar en taxi si la colonia del pedido está atrás del supermercado, hey fulanito de tal ve y entrega el pedido, llévate un carrito si es necesario. Oye sabes dónde está la calle, no, pero ahí preguntas. Seguramente el pobre hombre se introdujo a la colonia y comenzó a buscar la calle, se dio cuenta de que no tenían relación alguna los nombres, seguro siguió caminando por las banquetas de una lado a otro sorteando árboles y gente. Lo imagino preguntando a algún colono o en el oxxo en dónde se encontraba la calle y casi veo la respuesta de perdón, no sabría decirle. Puede ser que haya llegado a la primera parte de mi calle, y viera que la numeración terminaba mucho antes de lo indicado en la dirección. Seguro se preguntó si estaba bien escrita y la leyó una y otra vez en el papel. A lo mejor encontró el retorno que lo llevó a la segunda parte de la calle. Tal vez quiso llorar y lo que si es un hecho es que se la pasó renegando todo el camino. 

En resumen, el carrito del super y empedrado no es una buena combinación, aunado a un mapa no existente en una colonia enredada. Cuando vio mi casa, seguro agradeció haberlo hecho y después se fue a desahogar con su jefe. Así pues, a pesar de la modernidad del pedido, mi gente sigue diciendo hay que ser prácticos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Entre alumnos te veas...

Hoy es lunes, un día especial ya que los alumnos tuvieron sus exámenes el fin de semana pasado. Cuando eso sucede, estos chamaquitos - entre 16 y 19 años - hacen del lunes un sinónimo de descanso. Aunque vienen a clase, tienen que arreglar qué materia tomarán o cuánto tiempo les llevará terminar x número de materias en n tiempo. Así pues, estamos en una atmósfera de tremenda flojera, vagancia total y un poco de paz para los maestros.

Los alumnos que me dan más risa son aquellos que vienen a socializar, literalmente, a la escuela. Hay algunos que son alumnos aplicados, donde la mayor parte de la tarde la dedican a estudiar en casa, de tal forma que en la escuela vienen a saludar a sus compañeros, contar las anécdotas del fin y a tratar de convencer a los otros de salir a desayunar.

Lo curioso es cuando esos alumnos en particular se llevan bien con los maestros, entran a todas las clases, sólo a platicar, pero entran y no sacan a nadie. Incluso, si el profesor le está dando explicación a otros muchacho de una materia diferente a la que deben estudiar, entonces se vuelven participativos, responden todas las preguntas y cuando les toque esa materia es más sencillo para ellos.

 Como dije antes, dar clases puede ser frustrante, pero al mismo tiempo, te puedes mantener al día, escuchar sus inquietudes y recordar lo confusa que era la vida a su edad.

domingo, 15 de mayo de 2011

Genio y figura...

Yo recuerdo cuando mi mamá nos hablaba sobre la sugerencia de enseñar a los niños a ser responsables, y no acostumbrarlos a estar detrás de ellos para que hagan su tarea. Mamá lo intentó con nosotros, y aunque somos unos excelente elementos de nuestras instituciones/empresas, la verdad hay hábitos difíciles de combatir. Y uno de ellos es el que me inquieta hoy.

En mi escuela estamos preparando un material de estudio para los alumnos. Dada la cantidad de material, es complicado hacerlo de jalón, por lo cual nuestro ímpetu para trabajar se divide en partes. En mi caso particular, muchas veces tengo la firme intención de terminar la mitad de una materia durante el fin de semana. Y así como los propósitos de año nuevo, la intención se queda sólo en eso.

Así pues, me encuentro en un domingo, trabajando un capítulo a la vez, en lugar de ocho que deberían ser. Mi sobrino de 7 años me preguntó por qué no adelanté el sábado para no trabajar el domingo. A lo que me le quedé viendo y le respondí "tienes toda la razón, debería hacerlo en sábado"

La cuestión es que para mí el sábado es sinónimo de reposo absoluto, solamente interrumpido por una salida a un café, bar o antros según los ánimos de los acompañantes y el bolsillo de la quincena. Honestamente, cuando despierto el sábado, deseo que sean más de las 12 del día y poder descansar en mi cama viendo series de anime o de actores reales. Así pues, el domingo a medio día puede ser que me anime a comenzar con mi labor ardua para mis alumnos un tanto ingratos a veces. En realidad comienzo a las 8 de la noche, y en lo que logro concentrarme, dejo a un lado mis juegos y me pongo a escribir, vengo terminando entre 11 y 12. 

¿Y cómo viene al caso con la costumbre infantil?, pues bien, desde que recuerdo siempre lo he hecho así. En vez de hacer la tarea el viernes para descansar todo el fin de semana, esperaba al domingo para hacerlo. Si en el trabajo, raro el caso pero se daba, era necesario ver pendientes el sábado, decidía trabajarlos durante el domingo. Curiosamente, lo sé bien, es una cuestión de hábitos. Pero dado que el mío viene desde hace como 20 años, es un poco complicado cambiarlo de la noche a la mañana.

Tendré que hacer del sábado el sinónimo del trabajo, y el domingo su antónimo para evitar estar escribiendo lamentaciones en la noche. Si alguien lee mi consejo, no dejen los pendientes al último, es mejor tener paz espiritual. 

viernes, 13 de mayo de 2011

Hablando de enseñanza...

Ahora que me encuentro del otro lado de la batalla, considerando al salón de clases como un campo de guerra, la verdad admiro esa labor de los buenos maestros para sus alumnos. Mi aventura comenzó en el 2002, dando clases en una preparatoria abierta siendo recién egresada. La verdad era yo muy joven y los chiquillos muy traviesos, demasiado vividos para mí. En esa primera experiencia aprendí que los alumnos ven con lupa a los profesores y te van a apoyar o a tratar de quebrar tu autoestima por el simple hecho de poder hacerlo. Aprendí a relacionarme con los muchachos poniendo un poco de distancia y sobretodo aprendí que ellos me enseñaban a mí el canalizar toda la energía en que aprendieran.

Dejé de dar clases en un salón - las regularizaciones son aparte - desde el 2005 y apenas regresé en el 2010, igual a una preparatoria abierta. Con el paso de los años y la experiencia obtenida en mis diversos trabajos, veo desde otra perspectiva el enseñar aquí. La escuela es pequeña, va en vías de crecimiento y los alumnos, a diferencia de otros que he conocido, son traviesos pero de mente sana, sin tanta malicia. 

La labor de un maestro, en especial con este tipo de alumnos, puede llegar a ser un tanto frustrante. Llego todos los días con mi pastilla de paciencia, a ver si logro que el efecto me dure más de una hora, a veces me conformo con 15 minutos, y pueda ayudar a mis estudiantes a salir adelante. La cuestión con ellos, es que ven como una pérdida de tiempo estudiar y prefieren divertirse. Siendo ese el caso, sería genial que no asistieran al salón, pero si vienen a clase con la firme intención de socializar y alborotar a los otros alumnos. Así pues, después de un año de asistencia, los gritos, regaños o llamadas de atención ya no surgen efecto. 

Afortunadamente existen los jóvenes a quienes sí les interesa estudiar, le echan ganas, exigen tu atención y te permiten entrar un poco a sus vidas. Siendo maestra, no sólo he visto la parte pedagógica, sino también la emocional. Y la verdad, espero que a alguno de ellos haya yo podido darles un poco de esa sabiduría que me compartieron mis maestros a mí. 

Lo más satisfactorio para mí es cuando después de mucho esfuerzo, logran pasar su materia y ellos sonríen porque saben cuánto costó, y eso también refleja mi propio esfuerzo por enseñarles. Espero, en verdad, que haya podido sembrar una semillita buena en alguno de ellos, y que se acuerden de mí con una sonrisa.

¡Felicidades Maestros!

viernes, 6 de mayo de 2011

¡Gracias a Dios es viernes!

Cuando se trabaja en una escuela como la mía... una Prepa abierta para ser exactos... se trabaja con muchachos un tanto extraños, con un perfil "especial". Casi todos son muchachos solos porque los papás no les ponen mucha atención, o simplemente son jóvenes que creen que sus padres son eternos.

En este tipo de escuelas entonces, todos los días los alumnos tienen rutinas interesantes y ocurrencias únicas. Por ejemplo hoy, un muchacho de como 1.70 se subió a los hombros a otro como de 1.80, y paseaban por los pasillos como un verdadero gigante. Lo más gracioso fue la cara del chico de abajo, cada vez más roja, así que entre la risa y el esfuerzo no duró mucho esa hilarante visión. Una de las rutinas que poseen dos alumnos es vagar por los pasillos y golpearse lo más fuerte que pueden en el brazo o en el pecho, para después perseguirse y volver a empezar.

Así que para mí, los viernes son una verdadera bendición. Puedo relajarme porque no todos los alumnos llegan o entran a clase, así que me concentro en los que realmente quieren estudiar. También baja un poco mi carga de trabajo, mi hora de comida es a decir verdad de una hora y avanzo en lo que tengo atorado durante la semana. 

Así que ¡Gracias a Dios es viernes! y tengo un momento de paz y tranquilidad... 

jueves, 5 de mayo de 2011

El cristal con que se mira...

Hay días en los que despierto comiéndome al mundo, quiero brillar en sociedad y ser la persona más llamativa del lugar. Me siento bien y la mejor en todo lo que hago, creo que el planeta entero es mío y con un simple movimiento de mi mano puedo transformarme en una hechicera y hacer magia. En esos días amo el ruido, al cual tomo como sinónimo de alegría. Se puede gritar, reír a carcajadas, ser impertinente con el otro. Ese día es mío, ese día soy la reina. 

Lamentablemente, hay días como hoy en los que me siento todo lo contrario. No tengo energía para interactuar con otros, prefiero más bien el silencio y la soledad. Me vuelvo más torpe, siento que el mundo se ha detenido y de repente comprendo la pequeña partícula que represento en el universo.

Todo eso me hace recordar un ejercicio en clase de literatura. El maestro nos pidió escribir un cuento basado en una emoción. Como siempre, el mío no fue tan bien logrado, le faltaban elementos depresivos (ya que ese era el estado de ánimo de mi personaje) y aún así, algunas personas que lo leyeron pudieron sentirse igual. También recuerdo esa historia en donde termina diciendo el personaje algo así como "traté de cambiar el mundo y no lo logré; traté de cambiar mi entorno y no pude hacer; entonces cambié yo y todo al mi alrededor cambió".

Los estados de ánimo son algo traicioneros y pueden transformar por completo nuestra visión del mundo. En mi caso, en verdad me vuelvo más torpe cuando estoy nerviosa o un poco angustiada. Se me caen las hojas de las manos, tartamudeo en el momento menos adecuado y hago preguntas o comentarios un tanto impertinentes. Como el día que en vez de preguntar cómo está tu esposa, dije ¿sigues con tu esposa?

Entonces, ese cristal con que se mira llamado perspectiva depende por completo de nuestro estado de ánimo, y me he dado cuento que en mi caso a veces se trata de una batalla campal por sentirme bien y otras veces simplemente sonrío al ver lo que ha sido mi vida y mis logros, incluso mis fracasos. La esperanza de un mundo mejor todavía no se ha marchado del todo.

Así que me quedaré con la lección que me dio mi alumno ayer. Estaba yo preguntándole si había alguna chica que le gustara. Me entretengo molestándolos con preguntas incómodas, pero este chico en particular siempre está relajado y me respondió sin pena alguna. Así que cambié de estrategia y seguía sin sonrojarse, lo cual estropeó por completo mi diversión. Me preguntó entonces "¿por qué te molesta que sea feliz?", y me llamó mucho la atención su pregunta. Yo le dije que no me molestaba que fuera feliz, si no que arruinara mi diversión estando siempre tan relajado... "entonces ¿eres feliz?" y me dice "sí, siempre estoy relajado y soy muy muy feliz". Lo que me encantó, y todavía guardo como una fotografía en mi mente, es que se perdió su mirada en el horizonte y sonrió desde el estómago - así digo cuando se hace de todo corazón y de manera honesta - 

Definitivamente las grandes lecciones vienen de quien menos te lo esperas, espero que un día puedan tomarme una foto donde yo esté distraída, con una expresión relajada y así sea el cristal con el que mire al mundo. 

miércoles, 4 de mayo de 2011

Algunas manías...

Cuando era niña me volví experta en cazar cucarachas. En casa de mi abuelita, donde pasé gran parte de mi infancia, aparecían en la noche por doquier. Yo las localizaba, iba corriendo por la escoba ya que hasta la fecha no soporto oírlas crujir debajo de mi zapato, las perseguía, mataba y desechaba. Y cuando nos pasamos a la "nueva casa", nos importó poco no tener las ventanas del recibidor y el estudio. Mis hermanos, mi primo y yo nos volvimos expertos en matar moscos, de a quince o veinte por día. Obviamente esos días terminaron una vez colocadas las ventanas.

Mientras van pasando los años, me he vuelto un poco más maniaca, y en parte culpo un poco a mi madre por ello. Mamá es una linda mujer, pero bastante obsesiva con la higiene. Un simple detalle como el hecho de que lava todo lo que va a dar a la cocina, y no hablo sólo de frutas y verduras, ella incluye también los paquetes de pan, de pasta, las envolturas de las golosinas, etc.

¿Qué viene al caso lo de las cucarachas?, pues bien, cada día pienso más en todos los gérmenes que nos rodean. En los lugares por donde pasan los animales, en la sangre que no deseo en mis manos o embarrada en la pared. Entonces veo una cucaracha y no sólo pienso que es un animal que cruje, también pienso en todas las alcantarillas que visitó, la basura o la otra cucaracha que se comió. Así que no soporto ni siquiera verlas. Una vez vi un par de antenas asomarse por el lavadero y mi grito creo recorrió media manzana, después le eché agua y tapé el agujero. Es grande mi horror.

Otra de mis manías, y creo que esa si es propia, es el no poder ver una sola gota líquida en la mesa. No me molestan las moronitas de pan o incluso si se tira un poco de comida. Pero si cae aunque sea una gota de sopa, de refresco, agua o todo lo que se le parezca, mi vista se fija en esa gota y no puedo estar tranquila hasta que la limpio. Honestamente me sorprende lo obsesiva que puedo ser. 

Tampoco puedo dormir con puertas abiertas. En mi cuarto hay tres, una es del baño, otra del clóset y la de la entrada al cuarto. Todas las noches sin falta, a menos que el calor sea desesperante, tengo que cerrar las puertas para conciliar el sueño. A veces creo que es el resultado de ver tanta película de terror. Soy una mujer miedosa, a pesar de saber que es ficticio, suelo imaginar los fantasmas en el cuarto. Mi cama es una especie de santuario o escudo protector para todo lo antinatural, así que procuro no sacar los pies de ella. Las peores películas para aumentar mi ansiedad son las asiáticas. A pesar de eso, sigo pensando que si no te espantan no vale la pena ir a verlas. Hablando de cine, tampoco soporto a la gente que se levanta a la mitad de una función y se va sin ver el final, me molesta tanto que no puedo disfrutar por completo la película.

Y podría seguir hablando de todas mis manías pero lo que realmente me interesa es sobre reflexionar de dónde surgieron. A decir verdad, muchas de ellas las he heredado. Se aprende de observar a los padres, a los adultos que elegimos como autoridad. Otras las he desarrollado y en verdad sería interesante conocer de dónde surgió esa necedad de adoptar actitudes que aumentan la ansiedad de una persona.