jueves, 25 de octubre de 2012

No siempre es bueno recordar...


Es muy extraño… puede ser que por haberme sometido a un creciente estrés, y creo en gran medida provocado por mi obsesión por hacer todo a tiempo, perfecto. Hace un momento le contaba a mi sobrino un anécdota de cuando viajé con el coro de la escuela a Washington…

Yo tenía 19 años, por azares del destino nos invitaron a esa universidad para realizar algo así como un intercambio cultural. Nosotros íbamos a ofrecer un concierto; a ser alojados por ellos, para después recibirlos en México. Al principio yo no pensaba ir, pero algo pasó (honestamente no recuerdo cómo estuvo) que terminé viajando para allá con mis compañeros. No niego que hubo momentos divertidos, sin embargo, en un momento crítico, me sentí bastante sola, por no decir abandonada.

La verdad creo que un ser superior me ayudó en ese viaje…

Entre las muchas cosas que me pasaron, recordé una de las razones por las cuales yo intento hacer mi buena acción de día lo más seguido posible…

La persona que me alojó se llama Carol, una mujer muy amable. Sus hijos, ya grandes, vivían de manera independiente y su esposo la había dejado por una mujer más joven. Contrario a lo que pudiera pensarse, Carol tenía muy buen humor, siempre estuvo sonriente y atenta, una anfitriona ejemplar la verdad. Nos llevó de paseo, siempre al pendiente de nuestra comida, de que nos sintiéramos cómodas. La verdad, se portó muy bien.

Sin querer, dejé mi boleto de avión (de regreso) en su casa, adentro de una bolsa de plástico. Una noche antes de regresar, nos quedamos en un hotel para estar más cerca del aeropuerto, y como buena mujer bien portada (porque eran mis años mozos y no me interesaba meterme en líos), me fui a dormir temprano en vez de estar en la fiesta universitaria.

Ya en el aeropuerto, a la hora de documentar, resulta que no llevaba el boleto de avión. Cuando estoy bajo mucha presión, me pongo nerviosa, haciendo que mi diccionario interno inglés-español simplemente desaparezca. La en ese entonces directora de Difusión Cultural me hizo favor de servir como intérprete y me dijeron que podía abordar minutos antes, que ellos documentaban por lo mientras mi equipaje, sin embargo, necesitaba mi pasaje, o bien, comprar uno nuevo. Obviamente no llevaba dinero ya, no tenía tarjeta de crédito en ese entonces y el mundo se me vino encima.

Supongo que alguien me dio la idea de hablarle a Carol, la verdad no recuerdo cómo estuvo, y ella me escuchó, tratando de entender mi balbuceo. Verificó el boleto, al encontrarlo me dijo que no me preocupara, me lo iba a llevar. Le compré un peluche, también como recomendación de mis compañeros, para agradecerle. Llego corriendo - ¡viajó una hora a toda velocidad para llegar! - y mi alma regresó a mi cuepo. Gracias a ella pude regresar a mi país tranquilamente.

Se me quedó grabado entonces lo que me dijo cuando le agradecí casi hasta las lágrimas su buen gesto: “Me hubiera gustado que alguien hubiera hecho algo así por mí cuando era joven”. Sus palabras me quedaron tatuadas. Ella lo hizo desde su alma, resultado de su buen corazón. Y me sirvió de ejemplo para ayudar a alguien más de manera desinteresada. Así lo entiendo yo, si alguien hace algo bueno por mí, entonces yo puedo hacer algo bueno por alguien,  y pasarle el mismo mensaje, tal vez logre sembrar una semilla como la sembraron en mí.

Obviamente, el ser sensible a ese tipo de cosas nació desde antes, con la educación de mis papás. Se necesita tener un contexto adecuado y un par de golpes de la vida para entender la frase de Carol. Sobre todo golpes de la vida.

Después de recordar la anécdota linda, de repente recordé también  mi sensación de soledad al ser abandonada por todos mis compañeros y maestros. Me dejaron sola a mi suerte. Nadie se quedó conmigo, ni siquiera por simple apoyo moral, todos estaban contentos, en la sala de espera, completamente indiferentes a mí. A decir verdad, la “coordinadora”, contó a otros lo que me había pasado como ejemplo de un ser irresponsable. Cuando mis papás se enteraron, se enojaron mucho, dijeron que era la responsabilidad de ella que todo saliera bien, de estar al pendiente y de velar por mi seguridad ya que era un viaje escolar. Lo cierto es que estuve más de una hora completamente sola, pidiéndole a Dios ayuda divina para ese trago amargo. Carol me dio una gran lección, y a reserva de parecer narcisista, creo que también Dios me cuidó mucho. Si no fue él, el universo se encargó de mi seguridad.

Y ahora tengo en el pecho ese sentimiento de ansiedad, ese sentimiento que te cierra la garganta, te aprisiona el pecho. Tengo ese sentimiento de desolación, de dolor ante el hecho de ser invisible para todos, que en verdad les dio lo mismo dejarme ahí. Más coraje tuve cuando llegamos a México y una de mis compañeras fue retenida en migración/aduana o cómo se llame. En ese momento otros compañeros estuvieron al pendiente de ella. Yo honestamente me seguí de largo más dolida que antes. Ese viaje lo padecí más que disfrutarlo. Aunque me llevé lecciones valiosas, tuve una experiencia “bipolar”, entre la soledad y la curiosidad de conocer algo distinto.

No soy santa, no todos despierta mi lado sensible, eso es cierto, pero espero estar aportando al mundo un poco para aquellas personas que se han sentido solas, que han sido abandonadas o que nadie voltea a ver. Creo que ahí es donde nace mi inquietud por darle voz a quienes no la tienen. Aunque sea a cuenta gotas, espero dar un poco de lo que a mí me quitaron.

En fin, es de noche y descansar me hará ver la luz al final del túnel otra vez.

martes, 23 de octubre de 2012

La piedra blanda…

No sé cómo llegué a un video compilatorio de soldados sorprendiendo con su llegada a su familia. Los niños llorando, corriendo a abrazar a sus papás. Las madres y las esposas gritando, también llorando, incrédulas ante la sorpresa. Hasta perros saludando a sus dueños, moviendo la cola de un lado a otro sin parar. Escenas conmovedoras, escenas cómicas, escenas sobre el significado de ver al soldado llegar con vida del campo de batalla.

La cuestión es que después del primer video, decidí ver las otras tres compilaciones. Evidentemente es parte de una campaña de sensibilización tipo invitación a formar parte del ejército. Se trata de mostrar el lado “humano” de los que muchos podrían calificar (y me uno a ellos en ciertas ocasiones de notable indignación) de bestias sin corazón.

Para mí, los soldados y policías muchas veces son sinónimo de violencia, daño innecesario, insensibilidad ante el dolor humano. No logro entender cómo es que son capaces de agredir más allá de sus órdenes a una comunidad, a una población, a un individuo. Por ejemplo, no entiendo cómo un soldado es capaz de cubrir con su cuerpo a un niño, mientras otro abusa de una mujer.

Lo que me llamó la atención, y puede ser en parte mi sangre latinoamericana, es la forma en que corrían los niños en busca de su papá (sólo incluyeron a un par de mujeres soldados). Pensé en la familia, la preocupación de recibir la noticia de que murió su familiar, el hecho de saberlo lejos, pasando experiencias no tan agradables. En ese momento me pregunté si piensan en su familia cuando matan a alguien, cuando abusan de alguien, cuando están al frente en una guerra. Me conmovieron las escenas sí, sin embargo, no dejo de pensar en toda la violencia que los rodea.

Me conmoví hasta los huesos; pude observar sonrisas, llantos, sorpresa. Entonces recordé, ellos también sufren, ellos son parte de una sociedad, ellos tienen por quién preocuparse en casa… ¿será posible llegue el día en que la gente se niegue a dañar a otros pensando en sus seres queridos?

Me gusta fantasear.

sábado, 6 de octubre de 2012

De escritor en escritor... (después lo vuelvo a leer)


Los placeres en mi vida son pocos en realidad, cualquiera podría calificarla de aburrida porque no busco tener aventuras sin iguales o vivencias demasiado intensas.  Son las sutilezas aquellas que más disfruto: comer un delicioso helado en una tarde soleada, ir al cine a ver una película, escuchar música conmovedora o alocada según mi estado de ánimo, disfrutar mis series (con personas “reales” y de animación), leer un buen libro, escribir algo decente, volver a leer un buen libro y sumergirme en su realidad, convivir con mis amigos, con mi familia y de repente, si se puede, convivir con el escritor de algún libro que vale la pena.

Gracias a una amiga mía, comencé a asistir a un taller de creación literaria cuando aún era dueña de la mayor parte de mi tiempo. Adoré descubrir un sinfín de cosas para leer entretenidas, de confrontación, letras capaces de remover las entrañas de cualquiera. Lo sé, suena bastante exagerado, pero así lo sentí en ese momento. Honestamente después llegó un pequeño sentimiento de inferioridad porque en esos talleres se encuentran verdaderos talentos y en mi caso es más bien necedad. Aunque en realidad tampoco me encuentro en la calle de la amargura.

Uno de mis maestros se llama Arturo Santana, él es un poeta de Jalisco, maestro por vocación, respetuoso del estilo personal, en cada una de sus clases nos regalaba una perla de conocimiento. Tengo la extraña tendencia de escribir textos aún más extraños y la verdad, creo que él era de las pocas personas que comprendían el mensaje oculto de ellos, y sus recomendaciones me sirvieron en gran medida para mejorar.

Ayer, 5 de octubre de 2012 –por eso de ubicar al lector en un tiempo y un espacio- el maestro Arturo Santana presentó un libro, una antología de sus poemas. Honestamente a mí no me gustaba la poesía hasta que tomé ese taller. Además de mi libro firmado, con lo que me quedo de esa presentación se refiere a la parte irracional de escribir.

Escribir no sólo es poner una palabra tras otra, en busca de un cierto sentido, no. Para mí escribir es un verdadero desahogo, es encontrar aquello que me mueve profundamente y compartir mi visión a través de un papel. Tomaré un par de clichés para describirlo, aunque de forma un poco limitada. Es divertido “no saber a dónde te llevan los personajes”, es divertido tener esas cajas en el pensamiento que vas abriendo conforme te expresas, es más divertido si alguien más te lee y decide que vale la pena aquello que plasmaste.

No soy una escritora consagrada, ni tampoco un genio de las letras, pero creo firmemente que ellas ayudan a mantenerme un tanto cuerda. Ayer me emocioné mucho porque pensé en que debo buscar aquello que me apasione y escribirlo, aventarlo, evidenciarlo. No debo esconder mi propia voz.

Por lo pronto, pienso sentarme a leer un buen libro, disfrutar una taza de té y dejar que sus imágenes invadan mi mente.

viernes, 10 de agosto de 2012

El billete casi adoptado...


El día de hoy me pasó algo extraño. Como estoy cubriendo una suplencia en la preparatoria en la que solía trabajar de tiempo completo, he vuelto a la no tan sana (es más divertido gritar por el tráfico que caminar) costumbre de utilizar el camión. 

Cómo lo he hecho todos los días durante esta semana, tomo la ruta en frente de la escuela,  intento sentarme en el asiento más cercano a la puerta, o en su defecto  el más “cómodo” y me dispongo a disfrutar el trayecto de aproximadamente 15 minutos. Esta vez, encontré vacíos los asientes ubicados sobre las llantas y me pareció ver algo tirado. Cuando me senté, pude distinguir mejor un billete de $100.00… honestamente no sabía qué hacer.

Desde que era pequeña, no suelo recoger dinero que me encuentre en la calle. A veces se aparece alguna billetera o monedero ante mis ojos, si por casualidad lo tomó es para dejarlo en la administración. No quiero presumir de ser una santa al respecto, nada más distante de la verdad. La cuestión es que pienso en quien perdió eso.  Si estuviera en su lugar, agradecería mucho me lo devolvieran.  A veces, a pesar de ser una cantidad pequeña, el dinero o las cosas son el resultado de cierto esfuerzo. Perderlo puede ser “doloroso” por su valor sí, pero más por su significado. Sin embargo, estoy consciente de que esa forma de pensar la adopté ya siendo mayor.

Una vez, en un camión llevaba yo un billete de $200.00 (alrededor de $ 14.00 USD) en la bolsa de mi pantalón. Al momento de sacar mi celular para revisar la hora, el famoso billete cayó al suelo. Escuché a un par de muchacho decir “el billete”. Lo vi ahí tirado, nunca lo relacioné con el mío, y dada mi costumbre de no recoger dinero decidí ignorarlo, también porque pensé que pertenecía a los muchachos que lo señalaron. 
 
Esos  mismos jóvenes levantaron el billete, algo natural si era de ellos, y se bajaron en la siguiente parada. Para cuando decidí utilizarlo, no lo encontré por ningún lado. En ese momento me golpeó la imagen del dinero tirado en el suelo del camión. ¡Me robaron en mi propia cara!, ¿cómo pudieron hacer eso?, necesitados o no, la honradez es una cualidad altamente respetable y deseada en casos como ese. Cuando pienso en cómo me sentí, honestamente no me gustaría que otra persona pasara por lo mismo.

En mi opinión, un poco de amabilidad y cortesía no le haría daño a este mundo, al contrario, podría ser un lugar mejor para vivir.

Regresando al billete de $100.00, me animé a tomarlo para darme cuenta de que eran dos billetes. Entonces mi cabeza comenzó a revolverse toda,  ¿Qué tal si era el gasto de una pobre ama de casa?, ¿qué tal si era el pago a un servicio?,  ¿qué tal si era de algún otro peatón distraído?, ¿era mejor dárselo al chofer o esperar que alguien preguntara por él?

Pensé que si se lo daba al chofer, a lo mejor no lo regresaría a su dueño, a esa persona tal vez le sucedería lo que a mí. Y mientras sostenía el dinero, mi mano comenzaba a sentir mucha comezón, supongo señal de mi incomodidad. Pensé entonces, “Dios mío, si alguien pregunta por él gustosa lo devuelvo”. Después de pensarlo tres veces, subió al camión un chiquillo como de secundaria. Llegando un asiento adelante del mío se asomó al suelo, cuando llegó a mi fila, me pregunto de manera muy amable si había encontrado dinero tirado. Yo sonreí y le pregunté cuánto era, y me dijo que eran doscientos pesos. Entonces se lo devolví.

La verdad, quise deslumbrar un poco. Le dije que había tenido suerte de que yo lo encontrara y le pregunté cómo lo había perdido. Resulta que dos jovencitos se subieron al camión y ese dinero era para ir a comer pizza. Por alguna extraña razón, se le cayó el dinero a uno de ellos. Cuando se dieron cuenta, se subieron a un taxi y persiguieron el camión. Uno de ellos se subió para buscar el dinero porque el otro no tenía nada de cambio. El que subió, una vez recuperado el billetín, le hizo señas al otro para verse en la siguiente parada, apenas unos metros más adelante. El muchachito me dio las gracias después de escuchar mi a ver si tienen más cuidado varias veces.  Fue mi buena acción del día y me sentí bien de haber devuelto el dinero.

En cuanto regresé a casa, comenté a mi familia lo sucedido. Fue entonces cuando mi mamá me aclaró el misterio. La razón por la cual no levanto dinero de la calle, al igual que mi poco apego a las mascotas, es porque ella nos lo inculcó así, resultado de la educación de mi abuelita, aunque seguimos sin conocer sus razones para hacerlos de esa manera.  

Es curioso, algo tan simple como levantar un billete del suelo, viene acompañado de todo un universo de ideas, valores, creencias y programaciones parentales. En verdad, el ser humano es una de las criaturas más interesantes del universo.

domingo, 15 de julio de 2012

El luto se viste de resignación...


México está dividido, completamente fragmentando. Es un país herido y con mala memoria. Es un país en donde la gente se acostumbra a vivir mal: sin información, con crisis económica, sin seguridad. En mi país, por ejemplo, han muerto nueve periodistas en lo que va del año en el estado de Veracruz, lo cual es irónico siendo que en México las personas no poseen el hábito de lectura.
 
Hace poco vi un video en donde dice que la gente teme a su gobierno cuando es el gobierno quien debería temerle a la gente. ¿Por qué  hablo de esto?, pues bien, el 1o de julio participé en las elecciones como funcionaria de casilla, lo cual al principio no me había encantado para nada. Estaba demasiado preocupada por estudiar mi propedéutico para la maestría como para dedicarle mucho tiempo a la lectura de los manuales de las elecciones. Afortunadamente mi curso terminó días antes del proceso electoral y después pude enfocarme en ellas.

En mi caso fue una tarea sencilla, ocupé el rol de escrutador, es decir, quien hace las cuentas. Llegué un poco tarde a la cita, apoyé en todo lo que pude y pasé mucho tiempo parada, ayudando a organizar a los votantes. En mi colonia, la gente suele ser participativa y tranquila para votar. Tuvimos un 80% de participación, lo cual va por arriba de la media nacional. Querétaro, la ciudad en donde vivo, obtuvo cerca de un 70% de participación ciudadana, sobre el 63% de participación a nivel nacional.

La casilla estuvo llena de observadores y representantes de partido. Todos al pendiente de la limpieza del proceso. Pero como dijera una de ellos, nos tocó la película bonita con un final feliz. Me gustó ver el compromiso de los ciudadanos al hacerse cargo de su rol, la importancia de estar dentro de la casilla, el hecho de encontrar vecinos agradables, colaborativos. Nos proporcionaron un pequeño pago para comer, pero la verdad, es simbólico pues la responsabilidad es enorme. En mi colonia no hubo incidentes, sin embargo, en otro tipo de colonias, en otros estados, el proceso estuvo plagado de anomalías e irregularidades a las cuales la H. institución del IFE simplemente decidió ignorar.

PRI vs PRD, la oligarquía (gobierno para beneficiar a un grupo privilegiado) vs la alternancia de la izquierda. Era una discusión que se veía venir, y al final, con todo el aparato que los caracteriza, ganó la oligarquía, regresó la dictadura perfecta a mi país. El resultado no me gustó, por eso estuve de luto como tres días. La verdad. Enrique Peña Nieto dista de ser un gobernante deseable: Inculto, intolerante, misógino, poco hábil para el manejo de crisis. Después me resigné porque yo sí viví con el aparato detrás del PRI y al parecer México, aunque está cambiando, todavía es joven, no está listo para dejar a un lado "lo malo por conocido".

No todo está perdido, algo interesante es el movimiento estudiantil llamado #Yo Soy132, en donde ya se organizaron para difundir información en medios de comunicación “alternativos”. Se dedican a movilizarse, documentando todo lo que hacen, para después darlos a conocer a través de las redes sociales. Debo aceptar que me emociona mucho porque yo sí fui de esas estudiantes apáticas con la política. Iba a votar porque era lo que se esperaba de mí, era parte de mi rol como ciudadano, sin estar realmente convencida de hacerlo. Ahora en cambio, aprecio la importancia de que en México la gente comience a ser consciente de su poder en las urnas. Me gusta ver el interés de muchos jóvenes en la información, me gusta ver cómo comienza a germinar la semilla del compromiso dentro de ellos. Me divierte ver que no pueden parar el cambio los políticos, porque el cambio, lo comprendo ahora, se da en cada ciudadano. 

Como dije, creo que México todavía está en pañales y tal vez no esté listo para asumir la verdadera responsabilidad de una evolución, de una alternancia. Todavía hay mucho que aprender pero ahí la llevamos. Yo sólo espero que no nos vaya tan mal con nuestro ahora presidente y que esta famosa “primavera mexicana” no se quede en el olvido.

viernes, 15 de junio de 2012

Una reflexión exagerada para un día gris.

No sé si a todos les pase alguna vez... ya había dicho que de un tiempo para esta fecha, abrí los ojos y me volví una persona un poco más sensible a lo que sucede alrededor. Este día es de esos en donde soy hipersensible y pareciera cargo el peso del mundo en mis hombros. Lo sé, es completamente exagerado e irreal cuando no he conocido el verdadero sufrimiento, pero hoy mi capacidad de empatía es mayor a otros días. 

También quién me manda. Dado el periodo electoral en mi país, me he unido al grupo de personas apasionadas por el tema, he estado leyendo mucho sobre las tragedias orquestadas por el gobierno. En especial porque este año se han generado varios movimientos y movilizaciones derivadas de la relación candidato-votante. No entraré en detalles. Las cuestión es que entre esas tragedias se encuentra una sucedida en el estado de Chiapas, en una comunidad llamada Acteal. Alguna vez, no me pregunten cómo llegué ahí, leí una nota sobre lo sucedido. Explicaban todo el contexto en el que se dio. Pero el día de hoy, compartieron una imagen para no olvidar lo sucedido por el partido que estuvo en el poder por 70 años. La intención era recordar la matanza de Tlatelolco en 1968, la tragedia de los indígenas en Acteal 1997 y la represión en San Salvador Atenco 2006. 

El problema es que hoy, precisamente hoy que ando en modo sufrimiento, se me ocurre ver un documental sobre Acteal, además de un reportaje de Ricardo Rocha. Lamentablemente, él visitó el campamento de refugiados 15 días antes de la tragedia, denunció el hecho, trataron de avisar a las autoridad sobre el peligro que corría esa comunidad y NADIE hizo caso, nadie hizo nada por ayudarlos. En ese reportaje, los indígenas estaban resguardados en un campamento improvisado, mojados, sin ropa ni calzado porque habían incendiado sus casas. La imagen más impactante para mí y que me oprimió el corazón, fue la de un niño como de 5 años, empapado por la lluvia, vestido sólo con una playerita y una bermuda, trataba de cubrirse del frío con sus pequeñas manos alrededor de sus brazos, completamente encogido creo que vi el rostro de la inocencia sumida en el dolor y el miedo. Y en verdad, en días como hoy me queda menos claro por qué arremeter contra esa gente, la más inocente, la más indefensa. El propio Ricardo Rocha fue muy emotivo al decir que no sabía quién había sobrevivido dos semanas después al ataque. Mataron a 45 personas congregadas en una Iglesia, cuando oraban porque la paz llegara al Estado. ¿Qué puede pasar por la mente de un hombre que ordena matar a sangre fría?, ¿cómo pueden hacer oídos sordos a las peticiones de ayuda?, ¿cómo pueden dormir o comer tranquilos después de esto?

En día como hoy me avergüenzo de la raza humana y de formar parte de ella. En días como hoy no me cabe en la cabeza tanta injusticia, tanto dolor, tanto miedo innecesario. No lo entiendo. Es como la parte de la Ecología. Las grandes empresas destruyen el mundo para obtener mucho dinero. Algunos empresarios poseen una riqueza que les permitiría vivir desahogadamente hasta 3 generaciones de su familia, si no es que más, y de qué va a servir todo ese dinero cuando no tengamos agua potable, no haya tierra donde sembrar y los animales estén extintos. De qué sirve tanto dinero si cuando te mueres, los gusanos te comen igual que a los demás. No sé, todo eso me enferma. 

Debería hacer algo más activo que sólo compartir en mi muro la información para ser recordada. Creo que una buena acción al día se queda demasiado corta. Y agradezco (aunque no me conozcan ni les interesen) a todas esas personas con un gran temple, con una gran capacidad de servicio que es capaz de ayudarlos. Me encantaría tener mucho más dinero para hacerles llegar ayuda, víveres, ropa. No lo sé... es una reflexión exagerada para un día medio gris. Espero mañana despertar de mejor humor y con más energía. 

Los días negros también pasan... 


domingo, 3 de junio de 2012

Volviendo a la estudiada

Me he perdido un poco en la inmensidad de una mala distribución del tiempo. Es gracioso, a principio de año, yo pensaba tener algo así como una vida calmada, en donde sólo rezara porque me cayera más trabajo. Sin embargo, a la par de mi visión "optimista" del mundo 2012, decidí seguir buscando maestrías, tal vez ahora si podría conseguir una beca interesante para estudiar más que trabajar.

Así pues, comencé con mi búsqueda y di con un par. Una en mi alma máter y la otra en la Universidad Autónoma de mi ciudad. La primera opción no era tan interesante, pues estudiar tiempo completo, para recibir una manutención que se iba a destinar en su totalidad al pago de colegiatura - tomando en cuenta el 70% de "descuento" dado por ser ex alumna - no es precisamente algo deseable; en cambio la segunda opción era el pago del curso de preparación, para después gozar de la ayuda económica por estudiar y ya. Así pues, con todo el nervio del mundo por ser un proceso diferente a los que ya había comenzado en otro lado, inicié la gestión para quedarme en la Universidad Autónoma.

En mi trabajo sólo me dieron dos materias, pocas horas a la semana. Me apaniqué un poco porque mayor tiempo libre equivale a menor ingreso. Después, cuando me dieron los resultados del examen de admisión y la entrevista, fui seleccionada para entrar al cursos de preparación. Me emocioné mucho, no quise hacer demasiado alarde - todavía no me la creo del todo - porque todavía falta pasar todos los exámenes. La cuestión es que cambió toda mi dinámica. 

Apenas me da tiempo de leer, preparar clase y revisar todo lo que les dejo de tarea. Si hay quienes pueden con el paquete, quiero suponer que yo puedo con el paquete, aun así me ha costado volver a acomodarme a la cantidad de trabajo. No he sabido organizarme del todo y heme aquí en domingo, sacando las calificaciones del parcial. Sólo escribo para despejarme un poco. 

Así pues, mi reto será volver a ordenarme, leer todo el material, poder ser de nuevo una estudiante responsable, después de todo, debo predicar con el ejemplo. 

Es hora de seguir calificando... 

lunes, 16 de abril de 2012

Manejar un fancy car

Cuando manejaba un vocho negro perteneciente a la onda retro medio vintage, la verdad a veces me sentía como un artista. Era normal que al detenerme en un semáforo, la gente me gritara desde su carro cuánto costaba el coche para comprarlo. Incluso, para ese modelo, inflé un poco un precio hipotético que me dio mi papá y a la gente no le importaba pues decían que la onda retro medio vintage era lo suyo. 

Los vochos son carros nobles, aunque tienen un pequeño problema: El ruido y la dirección. Cuando aceleras un vocho, se escucha por toda la manzana, evitando la necesidad de utilizar un radar para localizarte. De igual forma, el dar una vuelta implica un esfuerzo extra, haciendo atractivo el deporte de levantamiento de pesas para ejercitar los brazos. La dirección es sumamente dura. 

El vocho es el sinónimo de un burrito de carga (por decirlo de una forma tierna), pues avanza y avanza y avanza, a pesar de cualquier cosa. Una vez me pasó que iba volada al trabajo, pues como siempre, calculé llegar en 15 minutos, faltando casi 10. La cuestión es que al alcanzar un poco más de 90 km/h, de repente el acelerador se hundió y yo en plena carretera. Tuve que irme a una salida lateral con puro vuelo. Ese día conocí el significado de chicote roto. Después de una regañiza de mi papá por haberme quedado dentro del carro, a riesgo de ser golpeada, él colocó un tubo grueso, logrando acelerar el carro sin el chicote. De esa forma pudo llegar al taller. En verdad, los vochos retros medio vintage son la neta del planeta.

Hace poco, tuve la oportunidad de comenzar a manejar un carro rojo no deportivo casi deportivo. En primer lugar, los pedales son suaves, no se necesita pisarlos a fondo para que funcionen. No hace nada de ruido el motor y el volante es suavecito al tacto, suavecito al movimiento. Entonces, venía yo saliendo de mi casa con el carro fancy prestado, cuando se me ocurrió ponerme en onda fresa. Saqué mis lentes obscuros, para después comenzar a escuchar el soundtrack de la serie Alias, el cual es un deleite de música electrónica e instrumental. 

Salí de mi colonia dispuesta a lucirme con mi forma de manejar la onda fancy. Fantaseaba un poco con ser un piloto tipo "El transportador", manejando un Audi a toda velocidad, sin importarme ir al frente o de reversa. Hacer un cambio de velocidades impecable, sin perder el ritmo del punchis punchis tipo Alias


Obviamente eso no fue posible. Una vez que pude salir de mi colonia, sorteando a la mujercita que entró en sentido contrario. Me encontré a otras dos mujeres que se transformaron en vivos ejemplos de la mala fama de las féminas al volante. Entre que no conocían los carriles,o bien, que al meterse a la velocidad tortuga uno les puede pegar, mi fantasía se desmoronó. En vez de manejar a 180, cual película de acción excesiva, absurda y sin sentido, tuve que conformarme con un 90 km/h, en gran medida por el tráfico. 


La verdad me gusta manejar como viejita, así que subir de 80 a 90 fue un gran logro para mí. Debo decir que ahora entiendo la sensación de manejar un carro que literalmente se desliza sobre la carretera. Alguna vez, antes de morir, he de poder manejar un automóvil deportivo, último modelo, más vanguardista que fancy

jueves, 15 de marzo de 2012

David a veces también busca pelea...

Aunque en últimas fechas me he declarado fan de las películas de acción excesiva, absurda y sin sentido, lo cierto es que prefiero aquellas en donde no hay sangre, así tengo la seguridad de encontrarme ante una historia ficticia. También me gusta cuando no dicen groserías o no se la pasan gritando como desquiciados, por eso me hice fan de Bourne, el transportador, Sucker Punch, entre otras. 

La cuestión es que me gustan los ambientes tranquilos, llenos de serenidad, con música relajante de fondo si es posible. Razón por la cual adoro las bibliotecas o las iglesias. Ahí puedo escuchar mis pensamientos y concentrarme en lo verdaderamente importante. No me gusta ver pelear a la gente, detesto que sean ofensivos y más cuando lo aderezan con un par de humillaciones. Me pone de muy mal humor eso.

Hace unos días estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo y por qué la mosca vuela cuando me di cuenta de que se me había pasado la parada. Quedé un poco muy lejos de la entrada a mi casa, por la hora decidí hablarle a mi hermana, como papá la iba a recoger al trabajo y les quedaba de paso, le pedí que pasaran por mí, quedamos de vernos en una plaza cerca de la colonia. La plaza es curiosa porque tiene un antro, pollos rostizados, una panadería, una cafetería, una óptica y un banco. 

Estaba yo muy sentadita en una jardinera esperando a mi aventón cuando una señora dejó libre un cajón de estacionamiento. Después un joven, al cual decidí llamar David por su estatura, colocó unos conos para cubrir el lugar en las esquinas del cajón, en vez de dejarlos en medio para que indicaran que no estaba libre. En eso llegó Goliat, también bautizado así por su estatura, con ropa de vestir en una motocicleta interesante. Al ver los conos en las esquinas, decidió ocupar el cajón. 

El joven David llegó con el pecho inflado a decirle que no podía ocupar el estacionamiento porque pertenecía al antro en cuestión. La verdad no escuché bien qué dijeron, sin embargo, se notó cuando subió el tono de la discusión por la expresión del gran Goliat (quien por cierto usaba lentes). De mala gana, comenzó a irse de reversa para ocupar otro espacio cuando David, envalentonado decidió aventarle un golpe por la espalda. En ese momento, Goliat decidió bajar de su motocicleta para confrontar al joven David, quien no se detuvo ante la altura del motociclista con ropa formal y lentes. 

Yo decidí moverme de lugar cuando comenzaron los empujones, en especial porque Goliat soltó un golpe en donde los hombres se sienten hombres, para después empujarlo. David se cayó al suelo y su cabeza rebotó como balón. No sé qué pasó después porque yo estaba buscando un agujero en el cual esconderme. Ya después, volteé y había un Pepe Grillo como de 17 años calmando los ánimos. 

Goliat dejó su motocicleta en el cajón, tardando sólo cinco minutos en el banco. David se fue a sentar en un rincón, supongo que después de que se bajara su inyección de adrenalina, sentiría los golpes propiciados por Goliat. Al cabo de un rato, otra señora llegó y ocupó el mismo cajón sin que David le dijera nada. 

La verdad me pregunto si valió la pena el golpe y el susto que me dieron. David se quedó escondido en un rincón, después de un pleito por un cajón ocupado no más de cinco minutos. Goliat se fue enojado y sin ningún rasguño, me hizo pensar que los hombres con lentes no son necesariamente delicado.


Después de lo acontecido, reafirmo mi posición, prefiero ver la acción excesiva, absurda y sin sentido de las películas. 

viernes, 17 de febrero de 2012

¿Y si se los das?

Un día llegó mi hermana llegó para avisarme que mi mamá y yo iríamos a un evento de beneficencia. Se trataba de ir a jugar bingo en un casino. La idea era comprar un boleto con el cual se nos daba un desayuno de cortesía y después comprar el juego. Aunque el mismo boleto de entrada también incluía cuatro juegos de bingo. Se supone que al comprar los juegos no sólo obtenías un regalo, también ayudabas... ¿a qué?

Llegando al lugar, nos sentamos en una mesa apartada, solamente mi mamá y yo. Debo admitir que al principio me sentí un poco incómoda porque no es precisamente el tipo de ambientes en donde acostumbre estar. Sin embargo, me pareció entretenido tratar de observar a los participantes, mejor dicho, a las participante. Ya que los únicos asistentes hombres fueron un par de doctores que apoyan a la fundación organizadora de ese evento. Después se nos unió un grupo de señoras bastante simpáticas en general, salvo una, todas las demás eran primerizas como nosotras, tampoco estaban muy segura para quién era la ayuda. De pronto, una mujer amable comenzó a hablar por el micrófono. Al fin pude enterarme por qué estaba ahí: Donación de órganos. 

La verdad no sé si culpar a la religión católica, o a la extraña idea de que una vez después de muertos, el cuerpo debe ser tratado como un verdadero santuario. La cuestión es que en México no existe una cultura de donación de órganos. Mis propios padres ni siquiera quieren pensar en la posibilidad de que alguno de nosotros muera antes que ellos, así que pedirles tomen en serio la donación de órganos es un pequeño esfuerzo extra.

Los doctores asistentes conforman parte de una clínica unida a esta institución para ayudar a las personas que necesiten de un órgano. Comentaron que en mi estado había alrededor de 2 500 personas en espera de un órgano, para los cuales, tan sólo en el año pasado, sólo se pudo conseguir un total de 50 trasplantes y de 70 a 80 donaciones. Decían que no bastaba con poner en la licencia de manejo que eras donador (ese es mi caso), también era importante comunicarlo a la familia (también es mi caso). Me da tristeza saber que no se pueden conseguir ni siquiera el 10% de las donaciones necesarias. 

 Así que sólo aprovecharé a expresar mi sentir al respecto...

Si yo muero en una edad "decente" para dichos menesteres, no sé si pasaré al cielo o al infierno, o de plano mi alma padecerá los castigos del purgatorio. La cuestión es que yo ya no sentiré nada, no podré hablar, comer, jugar, bailar, de igual manera tampoco tendré hambre o pasaré frío. ¿Para qué quiero que veneren un molde vacío?, si mi muerte a una edad temprana puede ayudar a más personas, mejor servir para algo útil. Por mí, pueden aprovechar todo lo que sirva, ya sea órganos o tejidos. Si es que existe una vida después de la muerte, seguro estaré muy satisfecha de haber podido ayudar a otros.

En fin, mi reflexión es para invitar a quien me pudiera leer en pensar seriamente sobre esta opción.

Febrero loco... muy loco...

Hay veces que la realidad supera a la ficción. Bueno, cuando se trata de la ciencia ficción, la cual está basada en cálculos científicos y certeros, tiene la cualidad de profetizar. Así pues, hace unos meses estaba yo sentada en mi sala suplicándole al dios Tláloc por un poquito de agua y ahora creo que los dioses vikingos se enojaron e hicieron de las suyas para mandarnos una ola gélida.

Recuerdo haber visto en el cine una película llamada "El día después de mañana" (a lo que mi hermana bromeó, diciendo que era el sinónimo de pasado mañana) en donde hay mucha lluvia, olas gigantes y al final, el norte del continente queda hundido y en el frío. ¿Quién diría que tendríamos una onda gélida llamada algo así como un frío siberiano (creo que le nombraron así a este fenómeno)?

Haciendo caso omiso del cielo gris... y ante la necedad mía por quitarme el aburrimiento convencimos entre mi hermana y yo a mi familia para ir a Tequisquiapan (aca Tequis pa' los cuates). Es un municipio pequeño, bastante llamativo, con el clima ideal para disfrutar de una alberca. También es atractivo por las artesanías que se venden ahí. La cuestión es que Tequis siempre está soleado... o eso pensaba yo. Alcanzamos a llegar al centro, buscando la "Ruta del queso y del vino", cuando comenzó a llover. Primero despacio, después el cielo ya completamente negro dejó caer toda su furia. Ahí no paró la cosa, en los más de veinte años que llevo viviendo aquí, no recuerdo haber visto granizo en Tequisquiapan. Mi necedad tuvo consecuencias, una granizada que bajó una rica temperatura de 20oC a 12oC en cuestión de minutos. Aquello parecía nieve golpeando con fuerza todo a su paso. Papá estuvo más tranquilo cuando encontró un techo bajo el cual refugiarnos. 

Una semana después, me encuentro en mi casa, disfrutando de un hermoso día soleado, bastante caliente, adornado de la vegetación en todo su esplendor después de haber recibido tantos días de lluvia. Esos dioses nórdicos están haciendo de las suyas... y creo que nos quieren volver locos. 

Creo fervientemente que estamos viviendo las consecuencias del famoso cambio climático, ocasionado por el único grupo que en la película Matrix se calificó como un virus: Los seres humanos. Hemos abusado de nuestro ambiente, desperdiciado todo lo que nos han regalado por un puñado de dinero. Y bueno, si eso me beneficiara a mí, tal vez tampoco me importaría tanto, pero yo soy de esa fracción de la clase media que tiende a convertirse en clase baja. 

Dejando a un lado el fatalismo, la verdad no creí vivir lo suficiente para ser testigo de este tipo de fenómenos. Sólo espero estar preparada para lo que venga. 

jueves, 12 de enero de 2012

Mi amigo el tráfico...

Cuando me volví asidua consumidora del servicio de transporte público, me la pasaba lamentando no poder acceder a mi precioso vocho negro. Lamentaba utilizar hora y media de mi tiempo para llegar al trabajo y otro tanto para regresar a casa. Pensaba, cual autora del romanticismo, en lo bien que me vería manejando un carro, con la ventana abajo, la música a medio volumen para no distraerme y la velocidad de mi lado.

Hace poco, tuve la oportunidad de utilizar cierta camionetita hermosa para comenzar a trasladarme de un lado a otro. Recordé lo hermoso de tener un volante suave en mis manos, lo rápido que se puede reaccionar ante cualquier eventualidad, además de las mil decisiones que se deben tomar en cuestión de segundos. Pero, como buen escritor clásico, no pude seguir evadiendo mi realidad, la confronté. 

La parte rosa... 

Me tardo menos en llegar a cualquier lado porque sigo una ruta más directa, sin necesidad de hacer paradas cada diez minutos. La camioneta es suave, me cubre del frío, es relativamente fresca en el calor, no huele de manera extraña. Al principio me costaba mucho trabajo dominar la cuestión de las dimensiones, sin embargo, ya mi cerebro se puso a trabajar un poco en ello. 

Me he vuelto menos ferviente en mis rezos, ya no es necesario buscar una forma de amortiguar el golpe después de un tope. También me he vuelto un poco más respetuosa porque no le recuerdo al chófer a su madre o su abuela. 

La parte verde gris...

Utilizar una camioneta es sumamente caro. El consumo de gasolina por kilómetro es realmente alto. Me hace evaluar qué me sale más costoso: utilizar el camión o ponerle gasolina cada tercer día. Por otro lado, es importante estar al pendiente de cualquier ruido o falla porque ahora soy la responsable del auto y de quien me acompañe.

Algunas de mis rutas preferidas son por carretera porque logro zafarme de los semáforos. La cuestión es que me gusta manejar como viejita y así no puedo hacerlo. Sin quererlo, comienzo a tensar todo mi cuerpo, de repente olvido el significado de respirar profundo. Para aderezarlo todo... el sol no siempre es mi amigo, aunque traiga lente obscuros, a veces él quiere hacerme repelar, obligándome a utilizar mi habilidad para manejar a pesar de su brillantez. En ese momento preferiría manejar de noche. 

Lo negro... negro... negro... (¿así o más exagerado?)

Ya no puedo dormirme mientras el tráfico nos hace avanzar a la grandiosa velocidad de veinte kilómetros por hora. Y lo sé porque en mi ciudad, en algunas zonas, hay un velocímetro que refleja en un panel la velocidad del conductor. 

¿A qué viene mi queja?, muy sencillo... mi ciudad tiene alrededor de un millón de personas viviendo en ella. No es mucho en realidad. Tiene algunas vías rápidas interesantes, avenidas que si se pueden llamar así, calles hermosas, colonias de todo tipo, edificios modernos y antiguos (el centro es patrimonio de la humanidad). Es todo un estuche de monerías.

Pese a eso, los gobernantes han concebido la necesidad de modernizarla. Es entonces necesario hacer una serie de obras interesante que obstruyen las principales vías rápidas de la ciudad. En vez de ayudar al flujo de carros, en un recorrido que originalmente era de veinte minutos para atravesar la ciudad, ahora puedes hacer alrededor de una hora. En tramos donde tardabas cinco minutos en cruzar, ha aumentado a un total de una hora. Hay varios cuellos de botella derivados en parte a la poca organización y mucha competencia entre el Gobernador priista y el presidente municipal panista. Han olvidado la importancia de ponerse de acuerdo para que una obra no dure más de un año. 

Ahora bien, si el tráfico fuera un alto total, pues me relajaría dentro de mis posibilidades, me pondría a escuchar música o de plano a leer, lloraría mi mala suerte y después reclamaría al cielo el hecho de que no les proporcionara un poco de sentido común a nuestros dirigentes... ese no es el caso... hay que manejar con las piernas tensas, aunque el lado positivo es que posiblemente las estoy ejercitando un poco, para no perder el control entre el freno y el acelerador. Se debe estar al pendiente de la distancia con el de adelante porque nunca falta la persona que transpira inteligencia y cree que la distancia de dos carros en carretera es para darle oportunidad de entrar. 

Además de eso, debo controlar mi miedo a los famosos trailers y camiones de redilas. Como todavía me falta un poco de práctica en unidades largas, es muy fácil que no me dejen pasar a pesar de mi direccional. O aquellos que al ver la direccional es permiso para acelerar y no dejarte entrar en el carril. El estrés al manejar ha regresado a mi vida, pues en mi ciudad, los conductores no tienen malicia, piensan que los demás los van a cuidar, haciendo un caos por cuestiones pequeñas. 

Aun así... prefiero manejar 

miércoles, 4 de enero de 2012

Puntadas de estudiantes...

El ser maestra a nivel medio superior y superior me ha traído una serie de consecuencias un tanto extrañas:

1. Tengo práctica en marear a los alumnos (excepto cuando mi hermano tomó clases conmigo, es demasiado intelectual para dejarse cuentear por mí)
2. He desarrollado la virtud de dioses llamada paciencia, nunca pensé que tendría tanta para no cometer homicidio múltiple
3. He aprendido a tomar las cosas de quien viene
4. Me he divertido como enana con algunas puntada.

Así que ahora contaré algunas anécdotas con estos muchachos.

1. Recuerdo que hace muchos años yo daba clases de biología (no me pregunten cómo caí ahí, en especial porque estudié ciencias de la comunicación) y honestamente no sabía mucho de la hemofilia. Aunque estudiaba para no hacer el oso, la verdad es que había cosas un tanto desconocidas para mí. Y cuando me preguntaron de qué se trataba la enfermedad, cómo funcionaba y cuál fue su origen, pude responder bien la primera pregunta pero dejé que el grupo contestara las otras dos, eran estudiantes bastante informados. Así pues, haciendo uso de mi LCC power, como decíamos en la escuela, armé la información para recuperar mi rol de maestra honoraria. Aunque he de aceptar que a veces si me he declarado ignorante en el tema, llevándome tarea a casa.

2. Lo siento por mis alumn@s si alguna vez leen esto, pero si debo ventanearl@s.
  • Una vez me preguntaron cuál era la expresión correcta, si "bien mucho calor" o "bien harto calor", la verdad tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no reírme, no de mi alumna, sino de su suegra que la corrigió y le dijo naca por no utilizar la primera expresión. Le expliqué de la mejor manera que si con una sola palabra puedes explicar lo mismo, no se debe desperdiciar el lenguaje. Simplemente se decía "mucho calor" y asunto arreglado.
  • En la clase de sociología pregunté en un examen por el concepto de Guerra Fría, y me respondieron que fue una guerra que se dio durante el invierno. No supe si llorar o reír.
  • Cuando a los de comunicación les pregunté por el canal de distribución de un producto y todos describieron el canal del mensaje... comienzo a cuestionarme si leen instrucciones
  • Otra vez entré en una especie de discusión con un joven aspirante a futbolista profesional, en donde trataba de explicarle por qué era importante conocer la historia y saberse expresar correctamente, en especial si vas a ser figura pública. Lo más chistoso fue cuando me dijo que Benito Juárez había sido lo peor para México porque una maestra de historia (a la cual aparentemente respetaba mucho) le había dicho eso, pero no supo explicarme por qué. Todavía peor cuando se me ocurrió decirle que ser futbolista era más sencillo que ser obrero. En verdad, pude ahorrarme una hora de argumentación vana.
  • A veces respiro profundo cuando me dicen que no importa si escriben acentos o no en español, al fin se entiende. A lo que siempre respondo, no es lo mismo decir sólo o solo, o bien, méndigo que mendigo.
  • No entiendo como es que la primera propuesta de una campaña de publicidad, o sea, un bosquejo de la imagen se transforma en la distribución del presupuesto. O que jóvenes estudiantes de mercadotecnia no tengan ni la más remota idea de cómo desarrollar una evaluación, cuando parte de su trabajo es ese. 
  • Y ya para terminar, la mejor de todas. No entiendo cómo los alumnos pueden dormirse en clase literalmente, en una banca fría, durante una hora. Tengo una pequeña galería con sus fotos, al parecer mi colección se agrandará con los muchachos universitarios. 
3. Los alumnos de preparatoria abierta, en algunos casos, son alumnos cuyas oportunidades se han agotado. Algunos de ellos desvían su frustración hacia el maestro, volviéndolo objeto de su odio. Así pues, están al pendiente de cuanto defecto puedan sacarte. Gracias a ellos aprendí a hacer oídos sordos a palabras necias. Aprendí a reírme de mí misma, como cuando me como letras o cambio las palabras o escribo una idea incompleta. 

En la universidad me ha costado más con un alumno soberbio con tintes de arrogante que cree saber más que sus maestros. Capaz de corregir al profesor, pero cuando se le pide retroalimentación para su compañero de clase no sabe qué decir... tal vez todavía le falta aprender un poco de la vida. Después de eso, descansé un poco. Son unos polluelos después de todo.

4. Los muchachos de preparatoria abierta son un poco más ocurrentes que los jóvenes universitarios. Una anécdota de la cual todavía me acuerdo como si fuera ayer fue la vez que dos de ellos llegaron ebrios a la escuela. El estudiante Tino se fue con Nini y otros compañeros antes de terminar las clases, como quien dice, se fueron de pinta. En vez de hacer lo lógico en donde se van a resgarduar en casa de un amigo, o en su defecto, en su propia casa lejos del alcance de sus padres regresaron a la escuela. 

El joven Tino, que ya había tenido un incidente antes (sin tanto alcohol en las venas, le recomendé irse a tomar un café), mencionó la posibilidad de bajar su borrachera con un café. En realidad mi intención era correrlo de mi salón de clases. Mi escritorio solía estar del lado contrario a la puerta, al ser un espacio pequeño, las bancas estaba casi pegadas al escritorio. Pues bien, Tino tuvo la feliz ocurrencia de irse a sentar justo en frente de mí. Estaba tan alcoholizado que destilaba una pestilencia por tooooodo el salón. Traté de convencerlo o exigirle su salida de mi sacro santo recinto, haciendo caso omiso, comenzó a decir un montón de tonteras dignos de su estado. Para colmo ese día tenía salón lleno. Los demás jóvenes estaban entre divertidos y un tanto desconcertados. Nini sólo estaba sentado en la cafetería "disfrutando" su tarde.

Lo más divertido fue que cuando pasó el director fuera del salón. Tino se asustó bastante mientras los demás nos reíamos de su mala fortuna. Comenzó a pedir perfume como desesperado, alguien le pasó un desodorante en aerosol. Se echó en el cuerpo, el cuello, las axilas y el cabello. Así que su pestilencia, en vez de desaparecer fue peor. Justo acaba de aromatizar el ambiente cuando el director lo pescó. Se lo llevó del salón, le pidió una disculpa a los demás y me dio permiso de ir por un ventilador para obtener un aire menos viciado. Sus compañeros le recordaron todas sus lagunas durante meses. Tino no podía creer lo que le contaban, pero al ser yo un testigo presencial, no le quedo otra más que aceptar lo hecho.

Tino y Nini fueron suspendidos...

Al final puedo decir que disfruto más de lo que yo quisiera dar clases. Es bonito sembrar semillitas en los muchachos, aprender con ellos, aprender de ellos. Mi única queja es que deberían pagarnos más por aguantar a tanto mocoso. 

¡He dicho!