Con mi regreso triunfal a las aulas en el rol de
estudiante me he dado cuenta de algunas verdades, no sé si absolutas o
relativas, de mi vida. La primera está relacionada con mi disciplina en la
escuela y la segunda con mi formación como investigadora en potencia.
Desde que entré, me he dado cuenta que la mayor
parte de mi grupo está conformado por personas a las que les gusta estudiar,
aman leer y buscan especializarse, crecer como profesionistas alimentando su
mente con conocimiento. Además le llama la atención crear su propio
conocimiento.
Ahora bien, hago hincapié en decir la mayoría,
porque tenemos al otro extremo en donde el estudio, la asistencia a la mayor
parte de las sesiones y el escribir un texto digno de la ciencia simplemente no
se les da, aunque no me queda claro si es por falta de capacidad o de interés.
Y ahí, en un grupo intermedio, estoy yo siendo una
persona más bien pragmática, que necesita relacionar la experiencia para
comprender mejor la teoría. En caso contrario, es muy sencillo que me pierda en
un mar de palabras un tanto sin sentido (¿uh?) porque simplemente no lo puedo
incorporar a la realidad. Desde mi punto de vista, y aclaro es muy particular,
no entiendo la razón de mantener el conocimiento a nivel abstracto, sin
confrontarlo a la realidad. La teoría debería ser una pequeña luz para
comprender esa realidad, no un universo alterno a ella.
Puedo hacer todas las tareas, puedo leer todos los
libros, puedo escribir todo lo que me pidan, pero si deseo aprender en serio,
necesito aplicarlo en ejemplos de la vida cotidiana. Curiosamente eso está
presente en mis ensayos, porque suelo aplicar el análisis a una situación “real”,
tratando de diferencias diversos puntos de vista con la experiencia (también
conocida en su forma fancy como empiria). Lo cual además se me hace
interesante, porque supuestamente la ciencia surge cuando se problematiza la
realidad y se estudia como un fenómeno. Al final, si no logro llevar ese
proceso a cabo, es muy probable que pierda el interés, con lo cual ni la
disciplina logrará entregue todo lo solicitado por el Doctor profesor. Conclusión,
no soy tan disciplinada como parece.
En segundo lugar, todavía no decido si el crear
nuevos conocimientos, o bien, hacer aportaciones pertinentes es lo mío. Me
gusta el estudio, me gusta aprender, sin embargo, ¿tengo madera de
investigadora?, la respuesta en mi mente es no
estoy tan segura de ello. Disfruto más, lo acepto, hacer el trabajo de
campo que elevarme al nivel de las abstracciones. Me gusta relacionarme con
otros, conocer un poco de su historia, sorprenderme con su visión del mundo.
Ahora que he comenzado a hacer mis entrevistas, he recordado la importancia de
nunca perder de vista lo que hay detrás de cada proceso, de cada avance, hasta
detrás de cada retroceso: el individuo, la persona, el ser humano. Es hasta que he salido a conocer un pequeño
fragmento de este universo que comprendo a los grandes teóricos; es hasta que
me confrontado a la realidad que entiendo la habilidad de los autores para
crear conceptos, metodologías, herramientas.
No sé si terminaré o no como una investigadora
reconocida en el campo de las ciencias sociales, donde todo es sinónimo y
antónimo a la vez, pero si debo reconocer que ahora respeto un poco más la
labor de quienes se preocupan por crear ese conocimiento. Estoy aprendiendo,
abriendo los sentidos, recibiendo información y puliendo mis habilidades. Y
creo que al final, ese es el mejor regalo que la vida pudo hacerme.