martes, 12 de marzo de 2013

De la empiria a la teoría… ¿o será al revés?


Con mi regreso triunfal a las aulas en el rol de estudiante me he dado cuenta de algunas verdades, no sé si absolutas o relativas, de mi vida. La primera está relacionada con mi disciplina en la escuela y la segunda con mi formación como investigadora en potencia.
Desde que entré, me he dado cuenta que la mayor parte de mi grupo está conformado por personas a las que les gusta estudiar, aman leer y buscan especializarse, crecer como profesionistas alimentando su mente con conocimiento. Además le llama la atención crear su propio conocimiento.
Ahora bien, hago hincapié en decir la mayoría, porque tenemos al otro extremo en donde el estudio, la asistencia a la mayor parte de las sesiones y el escribir un texto digno de la ciencia simplemente no se les da, aunque no me queda claro si es por falta de capacidad o de interés.
Y ahí, en un grupo intermedio, estoy yo siendo una persona más bien pragmática, que necesita relacionar la experiencia para comprender mejor la teoría. En caso contrario, es muy sencillo que me pierda en un mar de palabras un tanto sin sentido (¿uh?) porque simplemente no lo puedo incorporar a la realidad. Desde mi punto de vista, y aclaro es muy particular, no entiendo la razón de mantener el conocimiento a nivel abstracto, sin confrontarlo a la realidad. La teoría debería ser una pequeña luz para comprender esa realidad, no un universo alterno a ella.
Puedo hacer todas las tareas, puedo leer todos los libros, puedo escribir todo lo que me pidan, pero si deseo aprender en serio, necesito aplicarlo en ejemplos de la vida cotidiana. Curiosamente eso está presente en mis ensayos, porque suelo aplicar el análisis a una situación “real”, tratando de diferencias diversos puntos de vista con la experiencia (también conocida en su forma fancy como empiria). Lo cual además se me hace interesante, porque supuestamente la ciencia surge cuando se problematiza la realidad y se estudia como un fenómeno. Al final, si no logro llevar ese proceso a cabo, es muy probable que pierda el interés, con lo cual ni la disciplina logrará entregue todo lo solicitado por el Doctor profesor. Conclusión, no soy tan disciplinada como parece.
En segundo lugar, todavía no decido si el crear nuevos conocimientos, o bien, hacer aportaciones pertinentes es lo mío. Me gusta el estudio, me gusta aprender, sin embargo, ¿tengo madera de investigadora?, la respuesta en mi mente es no estoy tan segura de ello. Disfruto más, lo acepto, hacer el trabajo de campo que elevarme al nivel de las abstracciones. Me gusta relacionarme con otros, conocer un poco de su historia, sorprenderme con su visión del mundo. Ahora que he comenzado a hacer mis entrevistas, he recordado la importancia de nunca perder de vista lo que hay detrás de cada proceso, de cada avance, hasta detrás de cada retroceso: el individuo, la persona, el ser humano.  Es hasta que he salido a conocer un pequeño fragmento de este universo que comprendo a los grandes teóricos; es hasta que me confrontado a la realidad que entiendo la habilidad de los autores para crear conceptos, metodologías, herramientas.
No sé si terminaré o no como una investigadora reconocida en el campo de las ciencias sociales, donde todo es sinónimo y antónimo a la vez, pero si debo reconocer que ahora respeto un poco más la labor de quienes se preocupan por crear ese conocimiento. Estoy aprendiendo, abriendo los sentidos, recibiendo información y puliendo mis habilidades. Y creo que al final, ese es el mejor regalo que la vida pudo hacerme.