Me gradué de 21 años de la
universidad, según mis planes, iba a trabajar en una empresa grande,
trasnacional de preferencia. Sería una especie de sacerdotisa preocupada por su
gente, mejoraría el ambiente laboral y me daría a la tarea de construir una
buena reputación para la empresa que me contratara, en otras palabras quería
trabajar en comunicación organizacional. Después de 12 años puedo decir que mi
experiencia en empresa de tipo internacional, es
prácticamente la misma: Cero.
En cambio, en mi alegre peregrinar de entrevistas con
resultados de rechazo, se abrió una puerta de manera un tanto informal. Según
yo, estaría en ese trabajo alrededor de tres meses, esperando que alguien me
diera la oportunidad de demostrar todo lo que podía hacer por su organización.
Esa puerta toma el nombre de docencia. Lo
curioso del caso es que yo no pensaba pisar ese campo, más que falta de
preparación, tenía falta de interés.
Como en las películas o
telenovelas, los días se volvieron años y de tres meses pasé a tres años
enseñando en una prepa abierta. La
verdad si fui explotada por dicha escuela, aguanté a un coordinador misógino y
a una dueña con una personalidad única. También aprendí a tener paciencia, a
mejorar mi forma de explicar, a preparar mis temas, a aguantar a los alumnos
problemáticos y hacerle frente a cualquier eventualidad. Lo cierto es que
descubrí que era buena maestra, pero me hacía falta madurar como persona y
prepararme mejor como profesional.
Después de esa escuela, pude
trabajar en algo más relacionado con mi campo. Hice algo de consultoría,
producción de tele (como asistente), coordinadora de campaña, relaciones
públicas, entre otras. Mi idea era hacerme de un trabajo estable, noble, que me
permitiera tener tiempo para mí y sobre todo, en donde pudiera conseguir prestaciones,
en cambio el destino tenía otros planes… después de años ausente,
regresé a uno de mis fuertes: dar clases.
Mi regreso a Prepa Abierta
fue curioso, un antes y un después. Con el tiempo, desarrollé habilidades y
obtuve conocimientos que enriquecieron mi labor. Comprendí mucho mejor los
contenidos, en esta escuela ya recibí capacitación, me volví experta en
desarrollar evaluaciones y material de estudio. Comprendí que tal vez mi camino
era mejor por la docencia, logrando así disfrutarla más.
El siguiente paso se dio con
el tiempo… logré dar clases en una universidad. Otro mundo lleno de sorpresas.
Me tengo que preparar el doble, me he descubierto como una maestra
controladora, medio histérica y que intenta enseñarles que hay un más allá, a
ampliar un poco su criterio a pesar de mis propios prejuicios. He intentado
divertirme y me he ganado el calificativo de exigente, aun cuando me considero barco.
Me gusta ser maestra, he
desarrollado tolerancia a la frustración y en verdad espero haber tocado el
corazón de alguno de ellos, espero
haberles podido regalar una perla de las muchas que he recibido en mi
vida. Extraño dar clases ahora que he vuelto a ser alumna, me he sorprendido
pensando en el material que podría proporcionales a mis alumnos o algún método que
me ha gustado de mis maestros.
Quién lo dijera… soy una
maestra… ¡SOY una maestra!