miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Alumna o maestra?



Me gradué de 21 años de la universidad, según mis planes, iba a trabajar en una empresa grande, trasnacional de preferencia. Sería una especie de sacerdotisa preocupada por su gente, mejoraría el ambiente laboral y me daría a la tarea de construir una buena reputación para la empresa que me contratara, en otras palabras quería trabajar en comunicación organizacional. Después de 12 años puedo decir que mi experiencia en empresa de tipo internacional, es prácticamente la misma: Cero. 

En cambio, en mi alegre peregrinar de entrevistas con resultados de rechazo, se abrió una puerta de manera un tanto informal. Según yo, estaría en ese trabajo alrededor de tres meses, esperando que alguien me diera la oportunidad de demostrar todo lo que podía hacer por su organización. Esa puerta toma el nombre de docencia.  Lo curioso del caso es que yo no pensaba pisar ese campo, más que falta de preparación, tenía falta de interés.

Como en las películas o telenovelas, los días se volvieron años y de tres meses pasé a tres años enseñando en una prepa abierta. La verdad si fui explotada por dicha escuela, aguanté a un coordinador misógino y a una dueña con una personalidad única. También aprendí a tener paciencia, a mejorar mi forma de explicar, a preparar mis temas, a aguantar a los alumnos problemáticos y hacerle frente a cualquier eventualidad. Lo cierto es que descubrí que era buena maestra, pero me hacía falta madurar como persona y prepararme mejor como profesional.

Después de esa escuela, pude trabajar en algo más relacionado con mi campo. Hice algo de consultoría, producción de tele (como asistente), coordinadora de campaña, relaciones públicas, entre otras. Mi idea era hacerme de un trabajo estable, noble, que me permitiera tener tiempo para mí y sobre todo, en donde pudiera conseguir prestaciones, en cambio el destino tenía otros planes… después de años ausente, regresé a uno de mis fuertes: dar clases.

Mi regreso a Prepa Abierta fue curioso, un antes y un después. Con el tiempo, desarrollé habilidades y obtuve conocimientos que enriquecieron mi labor. Comprendí mucho mejor los contenidos, en esta escuela ya recibí capacitación, me volví experta en desarrollar evaluaciones y material de estudio. Comprendí que tal vez mi camino era mejor por la docencia, logrando así disfrutarla más.

El siguiente paso se dio con el tiempo… logré dar clases en una universidad. Otro mundo lleno de sorpresas. Me tengo que preparar el doble, me he descubierto como una maestra controladora, medio histérica y que intenta enseñarles que hay un más allá, a ampliar un poco su criterio a pesar de mis propios prejuicios. He intentado divertirme y me he ganado el calificativo de exigente, aun cuando me considero barco.

Me gusta ser maestra, he desarrollado tolerancia a la frustración y en verdad espero haber tocado el corazón de alguno de ellos, espero  haberles podido regalar una perla de las muchas que he recibido en mi vida. Extraño dar clases ahora que he vuelto a ser alumna, me he sorprendido pensando en el material que podría proporcionales a mis alumnos o algún método que me ha gustado de mis maestros. 

Quién lo dijera… soy una maestra… ¡SOY una maestra!

sábado, 11 de mayo de 2013

Y que me acuerdo...



El otro día, como buena estudiante, puse empeño en diseñar una exposición digna de un alumno de maestría. Aunque el resultado fue decente, la verdad no siento que me haya lucido, y más cuando no asistieron la mitad de mis compañeros. A pesar de que mi ego no se infló tanto como yo hubiese querido – si, lo acepto, también tengo vanidad – redescubrí una de las cosas que más me gustan: La publicidad. 

Cuando me alejé de mis raíces de comunicación para comenzar en vasto mundo de la política, olvidé un poco la razón por la cual había optado por la comunicación como vocación en la vida.

Para esta exposición tuve que tratar sobre un libro que, en pocas palabras, hablaba sobre un estudio neoinstitucionalista, tomando a las instituciones como reglas del juego y así analizar el por qué en un país, un mismo proceso democrático se vive diferente para las regiones que lo conforman. La cuestión es muy política, muy actual y muy estudiada, y un tanto aburrida para mí.

Entonces, para mi exposición decidí comenzar contrastando comerciales publicitarios de oriente y occidente, para de ahí seguir con la estructuración del marco teórico del libro que me había tocado exponer. Lo importante, para mí, no es tanto el hecho de cómo ligué ambos temas, sino la razón por la cual me gusta la publicidad.

La comunicación es un proceso presente en todos los ámbitos, la comunicación es la base del conocimiento, del aprendizaje, del poner en común ideas. Así pues, la comunicación tiene en su punto de partida a la persona. Y eso es lo que me gusta de mi carrera, tratar con personas, el poder explorar un poco de su psique y comprenderlas, me gusta entablar conversaciones, me gusta estudiar los casos en donde se ha dado un proceso de comunicación efectivo, capaz de llegar de manera adecuada a su audiencia.

La publicidad contiene creatividad, estudios, estrategias, representa además a una marca y el trabajo de mucha gente. Eso también lo ligo con otros temas como podría ser el arte. En qué momento una persona pudo concretar una idea abstracta en un producto llamativo, en algo concreto. Me pregunto cómo se puede tocar la emoción de alguien para que ese alguien pueda abrirse y acepte la propuesta del creativo.

La comunicación es variada, rica, es un reto a veces. La comunicación es un mundo juguetón, a veces serio, es cambiante, un tanto voluble y a veces caprichosa. La comunicación es divertida, muy divertida. En verdad me da gusto saber que todavía amo mis raíces, que todavía me emocionan y que todavía soy capaz de buscar-encontrar los signos presentes en todos los mensajes. ¡Definitivamente es divertido!

Un loco hace mil...



He llegado a la conclusión de que la psicosis puede transformarse en una enfermedad contagiosa.