miércoles, 12 de marzo de 2014

De bloqueos y desbloqueos...

Cuando comenzaba a escribir de una forma un poco más formal, por llamarle de alguna manera, recuerdo que tenía aproximadamente 15 años. Ya desde la primaria daba señales de poseer lo que algunos llaman una imaginación desbordante. Al principio pensé que la poesía me llamaba a sus brazos, para después abrazar a la narrativa.

Mi primer cuento llenó de extrañeza a quien se lo compartí y las primeras palabras fueron algo así como “es muy extraño, no lo entiendo”. El cuento hablaba sobre una abuela que le enseñaba a su nieta cómo hacer figuras de migajon. Después, como nadie leía tanto como yo ni escribían tanto como yo, me acostumbré a ser reconocida por dichas actividades. Ahora, cuando veo algunos de mis textos de antaño, muero de vergüenza ante mi falta de experiencia y mi ego inflado.

Otro de mis cuentos más formales habló sobre el dolor de una mujer durante el funeral de un amigo que se había suicidado. Tenía 16 años. Aquí la cuestión es que comencé a darme cuenta de que la escritura era mi forma de expresión, mi desfogue, mi contacto con el mundo y mi fuga del mismo. Con el paso del tiempo pude desarrollar textos más logrados, en donde pude expresar mejor las emociones.

Escribir, como cualquier arte, requiere disciplina, lo cual es sinónimo de practicar todos los días dicha actividad hasta perfeccionarla. Aún no puedo considerarme una escritora, sin embargo, a comparación de mis años mozos, puedo jugar más con las palabras.

La cuestión es que no soy disciplinada. Así como este blog, mi actividad escritora es intermitente. A veces la olvido a pretexto de mi trabajo, o bien, mi estudio. A veces la abandono porque el mundo no merece leer mis letras, otras veces simplemente me encuentro bloqueada, soy incapaz de concretar algo. El día de hoy ví una película sobre un hombre que escribió una sola novela que lo hizo famoso y al mismo tiempo lo bloqueó.

Un escritor - y aclaro que todavía me considero aspirante a serlo - es sensible a su entorno. Es capaz de sentir emociones escondidas en los cuadros de la naturaleza, en la gente, en sus dinámicas, en sus olores, colores, sabores. Todo tiene un sabor, una textura, un sentimiento que lo acompaña. Yo me desbloqueo cuando algo me pasa, cuando algo llama mi atención y decido plasmarlo a través de las letras.

El vacío, el tedio, las ganas de los cambios, la inquietud, querer aprender, salir de mi cabeza, mi cuerpo, el convertirme en un dios dentro de mi texto, permitir a mis personajes que me lleven a donde quieran… la telaraña llamada realidad a veces me sacude y me hace escribir, otras simplemente me hunde en el silencio.

El bloqueo no habla, el desbloqueo remueve consciencias, descubre mundos, confunde mentes. Es un proceso interesante que, al día de hoy, considero más importante sentirlo a pensarlo. El arte, la expresión se vive, no se razona, la disciplina es necesaria sí, sin embargo, ser capaz de percibir las sutilezas de lo que rodea es una actividad imprescindible. Ya lo decían los sociólogos: “el arte humaniza”