El
Géminis, dicen las malas lenguas, es vulnerable porque posee la esencia de un
chiquillo. Los chiquillos suelen ser dispersos, juguetones, curiosos, volubles,
todo en uno. A mí edad ya no puedo decir que soy como una esponja que absorbe el
conocimiento del mundo, sin embargo, en varios aspectos si parezco muchachita,
como diría mi papá.
Las
redes sociales permiten deducir un poco, solo un poco, las actividades de las
personas, sus tiempos, sus intereses. En algunos casos, en especial de aquellas
personas menos reservadas en línea, podemos adivinar el momento por el cual
están pasando. Las redes sociales son fuente de información, la obsesión por
dejar una huella digital y ser protagonista de alguna historia virtualmente
interesante, o bien, alguna historia virtual interesante, da mucho a conocer de
las personas.
Yo
no sé si mi obsesión es más bien moderada, la cuestión es que a veces hago el
ejercicio de ver qué tipo de publicaciones hacía yo el año pasado, antepasado,
hace algunos meses. Puedo darme cuenta de mi evolución, pasé de ser una persona
bromista y bastante superficial a más sensible con las causas sociales que no
impliquen ir a marchas (lo siento, ese tipo de activismo no me atrae tanto),
criticona del Estado, “profunda” en mis opiniones y debates políticos, al
parecer me gané el calificativo de intelectualoide.
Pese
a eso, dada mi personalidad geminiana, me causa un verdadero conflicto estar
tan enojada con el mundo todo el tiempo, hasta el cuerpo me duele. Cabe
mencionar que la presión y yo no nos llevamos bien, el ambiente se tensa y
peleamos mucho. Por esa razón, tengo mis válvulas de escape llenas de
superficialidad, así puedo mantenerme un poco cuerda en este mundo.
Suelo
ver algunos melodramas cursis y bien escritos (lo comunicóloga no me deja en
paz buu), la animación japonesa y últimamente me ha dado por ser algo así como
crítica de cine. Voy al cine, pongo mi opinión de la película y al parecer
tengo algunos fans que me toman en cuenta. Y eso me lleva a pensar que el ego
en la red puede ser inflado y desinflado de una forma tan rápida que no sabes
cuando estás in o cuándo estás out.
También
me gustan los programas sobre modelaje. No es que yo sea fashionista, en
realidad mis padres serían demasiado felices si fuera aunque sea un poco más
vanidosa; me gusta aprender sobre la industria de la moda. Me
gustan los programas porque aprendo los términos, conozco un poco más de cómo
piensan los diseñadores y siempre me pregunto cómo saben elegir los accesorios
adecuados para un outfit. Por otro lado, me gustan los programas de cocina en
donde torturan a concursantes, son divertidos y me admiro de la cantidad de
ideas que hay.
Me gusta el arte en general. Esa es buena válvula. La música, la danza, el teatro, el canto, la fotografía. La gente en contacto con sus emociones, dejando su alma en su expresión. El tener una experienca meramete corporal, de decir me gusta porque me llega, porque me pone la piel chinita, porque me permite ir a realidades más bien paralelas. Todo eso es simplemente genial.
Mi
último escape es escribir. La verdad la condenada presión se ha vuelto celosa,
no me permite coquetearle a la escritura como antes, por eso me doy mis
escapadas y dejo escapar un poco de mi visión del mundo con la escritura, me
relaja un poco, me ayuda a estructurar, a ordenar mi mundo. Lo deshace, lo
crea, lo revuelve, le hace de todo. La escritura fluye, no sabes cómo
terminará. En fin, hoy necesitaba decirlo, desde que acepté que me gusta mi
superficialidad, creo que puedo ser un poco más feliz.