Hay
personas amantes de trabajar bajo presión. Pareciera que la adrenalina y el
estrés fueran el motor de su vida, su motivación para seguir adelante. Aunque
nunca he sido amante de vivir bajo el yugo del estrés, debo aceptar, estaba muy
mal acostumbrada a tener todo mi día ocupado sin tiempo para respirar
apropiadamente aunque sí para socializar.
Todo cambió a partir de que
trabajé en una escuela pública. Adoraba mi horario de 8 a 15 hrs., a veces
trabajaba en las tardes pero poco a poco comenzó a gustarme eso de hacer
actividades más bien recreativas. Aunque no me quedé ahí, sí perduraron esas
ganas de hacer algo para mí.
Volví a la docencia y
terminé en una universidad dando pocas horas pero agradeciendo el poco estrés
que esto implicaba. Debo decir que el trabajo de un profesor es sinónimo de
preparar clase, calificar y buscar material para la sesión. O sea, es mucho
trabajo pero poco estrés, al menos para mí.
La cuestión es que parecen
haberse alineado los planetas nuevamente y comienzo a tener algunas propuestas
interesante. Todas ellas relacionadas a seguir como freelance, lo cual no me
termina de fascinar, pero lo suficientemente interesantes como para
considerarlas.
Diría mi señor padre, “Todo
está muy bien pero…” un factor no tomado en cuenta porque de repente me olvidé
de él es: Tiempo. O sea, comencé a estudiar la maestría, me fui de visitante a
España, regresé a dedicarme por completo a mi tesis debido a algunos errores de
cálculo. Me acostumbré a ir haciendo una cosa a la vez.
Más actividades, propuestas
interesantes se traducen en menos tiempo para mí, en menos tiempo para hacer
todo. Es decir, necesito volver a llevar una agenda más bien estricta, obtener
orden y fijarme metas por día, de otra manera comenzaré a vivir con estrés +
exceso de adrenalina. Me niego a hacerlo.
Como dije, a mí el estrés sí
me afecta. El primer síntoma de una vida no glamorosa y sí estresante es el mal
humor. No pueden pedirme nada porque siento que pierdo el tiempo, aunque
termino perdiéndolo en hacer cualquier cosas al no poder concentrarme por estar
de mal humor y desganada. El segundo síntoma es la depresión. Comienzo a
filosofar sobre la vida, no de la manera divertida o productiva de los griegos,
más bien a alimentar inseguridades como ¿realmente habré hecho bien en aceptar
la propuesta?, ¿mi trabajo será bueno?, ¿mis ideas son novedosas?, Termino por
añorar la época en los que solo me dedicaba a pasear, comprar, socializar.
En fin, no termino de
entender a quienes aman gobernar su vida por la presión. A mí solo me queda
volver a aprender cómo lidiar con ella para sobrevivirla. Mi convicción es que
una vida sin estrés, una vida algo organizada, en la medida de lo posible, es
más “productiva” (aunque no reciba remuneración, hay muchas maneras de serlo);
en cambio, el vivir siempre ocupado sin dar espacio a la recreación, te va
desgastando por dentro para hacerte desaparecer. En definitiva no quiero
desaparecer, buscaré organizarme porque, en verdad, ser Hulk o la duda personalizada “no es
negocio”, como diría papá.