jueves, 13 de agosto de 2015

La presión... la depresión... la presión... ¡ya no sé!


Hay personas amantes de trabajar bajo presión. Pareciera que la adrenalina y el estrés fueran el motor de su vida, su motivación para seguir adelante. Aunque nunca he sido amante de vivir bajo el yugo del estrés, debo aceptar, estaba muy mal acostumbrada a tener todo mi día ocupado sin tiempo para respirar apropiadamente aunque sí para socializar. 

Todo cambió a partir de que trabajé en una escuela pública. Adoraba mi horario de 8 a 15 hrs., a veces trabajaba en las tardes pero poco a poco comenzó a gustarme eso de hacer actividades más bien recreativas. Aunque no me quedé ahí, sí perduraron esas ganas de hacer algo para mí.

Volví a la docencia y terminé en una universidad dando pocas horas pero agradeciendo el poco estrés que esto implicaba. Debo decir que el trabajo de un profesor es sinónimo de preparar clase, calificar y buscar material para la sesión. O sea, es mucho trabajo pero poco estrés, al menos para mí.

La cuestión es que parecen haberse alineado los planetas nuevamente y comienzo a tener algunas propuestas interesante. Todas ellas relacionadas a seguir como  freelance, lo cual no me termina de fascinar, pero lo suficientemente interesantes como para considerarlas.

Diría mi señor padre, “Todo está muy bien pero…” un factor no tomado en cuenta porque de repente me olvidé de él es: Tiempo. O sea, comencé a estudiar la maestría, me fui de visitante a España, regresé a dedicarme por completo a mi tesis debido a algunos errores de cálculo. Me acostumbré a ir haciendo una cosa a la vez.

Más actividades, propuestas interesantes se traducen en menos tiempo para mí, en menos tiempo para hacer todo. Es decir, necesito volver a llevar una agenda más bien estricta, obtener orden y fijarme metas por día, de otra manera comenzaré a vivir con estrés + exceso de adrenalina. Me niego a hacerlo.

Como dije, a mí el estrés sí me afecta. El primer síntoma de una vida no glamorosa y sí estresante es el mal humor. No pueden pedirme nada porque siento que pierdo el tiempo, aunque termino perdiéndolo en hacer cualquier cosas al no poder concentrarme por estar de mal humor y desganada. El segundo síntoma es la depresión. Comienzo a filosofar sobre la vida, no de la manera divertida o productiva de los griegos, más bien a alimentar inseguridades como ¿realmente habré hecho bien en aceptar la propuesta?, ¿mi trabajo será bueno?, ¿mis ideas son novedosas?, Termino por añorar la época en los que solo me dedicaba a pasear, comprar, socializar.

En fin, no termino de entender a quienes aman gobernar su vida por la presión. A mí solo me queda volver a aprender cómo lidiar con ella para sobrevivirla. Mi convicción es que una vida sin estrés, una vida algo organizada, en la medida de lo posible, es más “productiva” (aunque no reciba remuneración, hay muchas maneras de serlo); en cambio, el vivir siempre ocupado sin dar espacio a la recreación, te va desgastando por dentro para hacerte desaparecer. En definitiva no quiero desaparecer, buscaré organizarme porque, en verdad, ser Hulk o la duda personalizada “no es negocio”, como diría papá.