sábado, 10 de octubre de 2015

El estrés como parte de la vida.



Hace tiempo un doctor me dijo, y no estoy muy segura si me lo contaron o lo leí, mi memoria traicionera no ayuda, que el estrés era bueno porque ponía a la persona en estado de alerta y la ayudaba a huir de sus depredadores. En otras palabras, era un mecanismo de supervivencia para los hombres primitivos. El estrés se iba porque ellos        tenían mucha actividad física que los ayudaba a relajarse, por así decirlo. En la actualidad en cambio, el estrés sigue siendo el protagonista de una vida descrita como “moderna” en vías de buscar el “progreso”, lo que eso quiera decir.

Se habla de la calidad de vida como un concepto más bien abstracto. La tecnología se supone es una extensión del ser humano cuya finalidad es facilitar su vida, sin embargo, el abuso de la tecnología ha hecho que se acorten las distancias y por lo tanto el concepto del espacio se desvanezca, al desaparecer ¿qué pasa?, sencillo, el tiempo se vuelve más abstracto y entonces si tienes un trabajo de ventas, por citar un ejemplo, debes estar disponible a todas horas, uno nunca sabe cuándo puede llegar un cliente. O bien, si eres un director de empresa, todo puede salir mal en cualquier momento, hay que estar disponibles. Peor aún si se trata de una empresa trasnacional, con las videoconferencias hay que hacer juntas a nivel internacional con el horario del otro país, por citar algunos ejemplos.

La tecnología en sí misma ha cumplido su función, el uso que se le ha dado es otra historia. Así que, estando conectados todo el tiempo, más al pendiente de abarcar mucho en poco tiempo, el estrés se ha vuelto parte de la vida de todos. El problema es que un estrés prolongado, en vez de ser un estado de alerta para la supervivencia se transforma en desgaste emocional. 

Si eres una persona sana, haces ejercicio, sales con tus amigos o le gritas al vecino y no pasa de ahí. Pero qué sucede cuando eres una persona que no ha logrado desarrollar una forma de canalizar el estrés. El desgaste se acumula manifestándose de formas no del todo sanas. El cuerpo somatiza los males de la mente, el cuerpo se enferma.

Se dice que el éxito va de la mano con lujos, una buena posición y una vida algo superficial, deseable sí, aunque superficial. Poco se habla de la importancia de sentirse bien, pleno, aunque sea con una forma de vida diferente a la mayoría, es decir, una forma de pensamiento donde el progreso no quiera decir necesariamente mucho dinero o una vida de revista. 

Cuando comencé a asistir a congresos con feministas, ellas me hicieron caer en cuenta de algo. Se nos ha enseñado que el trabajo que vale, que las actividades que valen son las que producen dinero. El dinero produce poder adquisitivo, a mayor poder adquisitivo mayores posibilidades de obtener y acumular cosas. ¿En realidad es tan necesario ir por la vida comprando?, no voy a negar que me encanta tener la posibilidad de comprar cualquier cosa, me encanta tener la posibilidad de ir a cualquier lado o darme ciertos lujos, sí, me encanta, pero ¿en realidad es algo que me satisface más allá del momento en que lo disfruto?

Sin darme cuenta, he acumulado estrés por un poco más de un año. Siempre poniendo otras prioridades a mi salud mental, dejé de hacer cosas que me gustan, cosas tan simples como ver a mis amigos, ir al cine, leer un buen libro (y no solo otomes), escribir. Olvidé todas esas actividades que me hacen sentir satisfacción, dejé que mis frustraciones se fuera metiendo en mi cabeza hasta volverse parte de mi día a día. Ahora me está cobrando la factura y estoy molesta. 

Darse cuenta del desgaste puede ser complicado, al menos en mi caso, aceptar el cómo me siento y el por qué me siento así es un camino que apenas comencé. Hasta que logre dejar salir todo lo negativo podré darle lugar a lo positivo, así que como primer paso decidí utilizar la tecnología a mi favor. Haré cosas que no son productivas porque no generan dinero pero sí satisfactorias. Así que trataré de seguir con mi ejercicio de redacción en forma de blog, ir al cine, salir con mis amigos, seguir con mi francés, aprovechar el mundo de información que puedo explorar y curiosear a mi antojo. Intentaré aplicar esa técnica de por cada pensamiento negativo en mi cabeza, lo cambiaré por uno positivo. Tal vez así nacieron los optimistas.