Supongo que si alguien se
toma la molestia de leer mis entradas, habrá notado que fueron disminuyendo en
cantidad y contenido. Yo podría decir que es me he sumergido en tantas
actividades, que me ha sido imposible alimentar frecuentemente este mi
experimento literario. Mi realidad es que entré en una rutina de esas
asfixiantes para una linda geminiana.
De pronto, me levanto, me
baño, me arreglo, salgo a trabajar, regreso a casa, duermo cansada. Las
variantes más interesantes consisten en ver a algunos amigos; criticar de vez
en cuando al jefe; disfrutar alguna película como enana.
Me transformé en una
sonámbula. Otra vez mis ojos están cerrados, no soy capaz de observar lo que
hay a mi alrededor. De igual forma, mis emociones se durmieron. De esta manera,
hacer una entrada como esta, significa el triple de esfuerzo (obvio hay que
dramatizar un poco con el afán de hacerlo más interesante); cambiar mi rutina
significa perder por completo mi concentración; sentir curiosidad es más bien
nostálgico.
Así como llegué, supongo,
puedo encontrar el camino de salida. El primer paso es retomar actividades que
me emocionaban antes. En otras palabras, ya no es elegir una película porque ir
al cine se hizo costumbre. Es cantar las canciones del musical, es suspirar al
perderse en los ojos del estelar, es reír a carcajadas. También ayuda hacer
cosas inusuales como visitar un circo de malabaristas.
El camino de entrada fue
largo, lo mismo será el de salida. Aquí lo importante es despertar del sueño,
activarse y recuperar la curiosidad innata de los niños; las ganas de ser
diferente o sentir con intensidad. Es apasionarse, ser ambicioso, es mantener
los ojos bien abiertos para que las musas hagan su parte y me llenen de
inspiración.