Esto del español puede ser
un tanto complicado, ahora lo entiendo. Resulta ser que me encuentro estudiando
(bueno, esa es la intención al menos) en la nación que nos heredara la ahora
lengua oficial de México: El español.
Hace tiempo vi en youtube un video cuya letra hablaba
sobre las dificultades de estudiar el español - https://www.youtube.com/watch?v=Wdw0LFNVCAE
–, la divertida letra se basa en explicar el significado de algunas palabras en
diferentes países. La primera vez que lo vi, debo aceptar que me moría de la
risa, de la nacida en el estómago y me sacó lágrimas en los ojos.
La cuestión es que la
canción ha cobrado otro significado ahora que yo soy la extranjera. La
principal diferencia entre españoles y mexicanos es la acentuación de las
palabras. Me recuerda un poco a la pronunciación del inglés británico y el
americano. El acento, la sílaba “tónica”, por llamarle de alguna manera, recae
en otra parte de la palabra. Este hecho es más fuerte con la diferencia al
pronunciar la “z”. Los españoles pronuncian la z de una manera en la que la
lengua queda atrapada en los dientes, mientras los mexicanos jugamos con el
siseo sin lengua.
Otra diferencia que me llama
la atención es la forma de conjugar. En España es muy común utilizar los participios,
los tiempos compuestos, así “me di cuenta” se transforma en “me he dado cuenta”,
después de casi un mes aquí, aunque todavía no he adoptado el acento español,
si me he adueñado un poco de su forma de conjugar y he entendido que
escucharlos todos los días a todas horas me ha cambiado la forma de expresión.
Ahora bien, las palabras.
Cuando platico con españoles o extranjeros que aprendieron el español de este
honorable país, nos entendemos en general no en lo particular. En México
tenemos la, no sé si mala o buena, costumbre de economizar el lenguaje. De esta
manera no perdemos el tiempo, supongo. Si yo digo el refri (refrigerador), la
lap (lap-top), la compu (computadora), la café (cafetería) o la uni
(universidad) todos me entienden, pero aquí debo decir la palabra completa
además de adaptarla al léxico del español propio de Europa. De esta manera el
cel es sinónimo de móbil, la compu se vuelve el ordenador y camión se
transforma en autobús.
Además de eso, uno debe
poner especial interés en comprender algunas expresiones, o bien, evitar otras.
Por ejemplo, en México decir “estoy apenado, soy penos@” es equivalente a decir
tengo vergüenza, sin embargo, eso se puede malentender como “doy lástima” en
España. El adjetivo “fresa” (utilizado en México para designar a una persona
casi siempre con mucho dinero, consumidora de marcas de renombre, casi siempre,
y con actitud de el mundo no me merece,
casi siempre) aquí es pijo, entonces hay zonas muy pijas, en donde se gasta
mucha pasta (dinero).
Hasta la fecha, todavía no
sé distinguir muy bien cuando los españoles sólo hablan de una manera un tanto
apasionada y cuándo están peleando. Me he encontrado con el problema de que no
escuchan mi voz, cosa que en México también me pasa, pero ese problema se agudizó
aquí así que debo subir el volumen para hacerme entender. Esto me recuerda que
el uso del “mande” como una respuesta educada para decir no te escuché o sí te
escuché y si voy para allá, puede ser un poco mal interpretada en este lado del
mundo. Decir qué no se considera sin modales y es mucho más propio decir perdón. Por un tiempo
entonces, he adoptado la segunda opción.
En fin, son demasiadas las
diferencias, interesantes por cierto. Es impresionante como compartiendo la
misma lengua, tengamos una cultura tan distinta. Ahora puedo decir con más
certeza que el lenguaje es, en definitiva, una parte importante de la cultura.
Si logras conocer y aprender sobre cómo se expresan en un lugar determinado,
puedes aprender una gran cantidad de cosas sobre la cultura de ese determinado
lugar.