Desde que el Internet se volvió la fuente de información por excelencia, se ha diversificado al grado de
transformarse, también, en una fuente rentable de ingreso.
Como toda buena industria
que se jacte de serlo, el ingreso logrado por la red depende, en gran medida,
de qué tan viral seas, es decir, a cuánta gente eres capaz de atraer. De esta
manera, los patrocinadores comienzan a interesarse, inician las recompensas y
los regalos.
La cuestión es que, si de
por sí ser “original” en un mundo donde ya todo se da por sentado es difícil,
con la red se ha complejizado. Es fácil encontrar la misma anécdota en
diferentes blogs, para quienes todavía disfrutan la lectura y ya están pasando
de moda; de igual forma, se comparte a través de las redes sociales por medio
de video o animación, lo cual es una evolución de las cadenas del correo
electrónico en forma de presentación power
point.
Chistes, anécdotas,
reflexiones profundas, todo se presenta por diferentes medios, al gusto del
lector, sin siquiera tomarse la molestia de cambiar la forma de narrar o las
palabras a utilizar. ¿Con qué fin?, para hacerse de un mayor concentrado de
seguidores y visitas. La originalidad consiste en presentar la forma más atractiva,
más viral.
Tal vez yo esté más metida
en la onda vintage. Comprendo que es complicado ser atractivo cuando existen
millones de atracciones (exagerando un poco). La cuestión es que, jugar con el
lenguaje y las palabras, poner un poco más de esfuerzo que simplemente en
copiar y pegar, dejando a un lado las implicaciones de un plagio, sería mucho
más enriquecedor. Experimentar con la forma a través del fondo, es interesante.