Mi hermana se la pasa
viajando la mayor parte del tiempo, también es normal que se la pase hasta
tarde desarrollando sus famosos entregables, es consultora por cierto. Le va
bastante bien, la verdad es que se puede dar algunos lujos como viajes a
lugares exóticos pero muchas veces le he bromeado que si estuviera casada, ya
la habrían divorciado, eso lo pienso cuando paso por ella y todo el trayecto lo
utiliza para atender múltiples llamadas de sus subordinados. Le encanta mandar,
es leo.
En mi caso, he decidido ser
un poco menos afortunada con el sueldo, la verdad es que siempre lo ando
estirando (debo aceptar que poco tiene que ver con una situación precaria, lo
que sucede es que me doy lujos que no puedo pagar si no es con un crédito, como
la mayoría de las personas en este país hermoso), porque prefiero tener más
tiempo para mí. Tiempo para ver televisión, ir al cine, salir a tomar el café o
bien, para practicar el hermoso arte del ocio. En mi caso, me sienta mal el
estrés, no sé manejar la presión.
Precisamente hoy, un maestro
dio una plática sobre incertidumbre laboral y decía que el equilibrio entre la
vida personal, el trabajo, la familia y las expectativas de vida pueden ser una
misión imposible. Y es verdad, mis expectativas han sido derrumbadas varias
veces. El diablo se ha dedicado a descomponer por completo mis planes de vida.
Podría enforcarme en todo lo que no he obtenido en este tiempo, sin embargo,
haré un ejercicio optimista, en donde piense en mis pequeños logros como
grandes triunfos.
Ciertamente no estoy casada
a mis 37 años, no tengo hijos, apenas me hice de un trabajo estable con algunas
prestaciones. Mi patrimonio consiste, básicamente, en mi educación, mis libros
y mis juguetes tecnológicos a los que he bautizado como “herramientas de
trabajo”. Es hora de sentar cabeza… dicen. A cambio de eso, he trabajado en
lugares donde aprendí mucho, he desarrollado conexiones, me he ido de fiesta, he
crecido como persona. Estoy en vías de volverme alguien culto. Estudié mi
maestría, he podido viajar y estudiar en el extranjero, he conocido otras
culturas, su comida, su baile, su idioma. He volado con el tiempo, me han roto
el corazón, he comprobado de lo que soy capaz para cuidarme. En pocas palabras,
he vivido.