jueves, 17 de enero de 2013

Dejar de ser tan lunar…


Una vez encontré, no me pregunten cómo, un pequeño texto de Madre Teresa de Calcuta. Me gustó tanto que suelo ponerlo en mis clases de redacción para análisis. En cierta forma es una mini perlita para mis alumnos.

Nunca te detengas – Madre Teresa de Calcuta

Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco,
Los días se convierten en años...
Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.
Detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés viva, siéntete viva.
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas...
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.
¡Pero nunca te detengas!

Independientemente de que el texto, más allá de la parte emocional, maneje imágenes interesantes, la frase grabada en mi mente, razón por la cual vuelvo a leerlo con placer, es: “No vivas de fotos amarillas”.

A veces me sucede, tenía actividades enriquecedoras para mi alma y simplemente dejé de hacerlas. Yo solía disfrutar de leer, de escribir relatos extraños en talleres literarios, de asistir a cantar al coro, de salir con mis amigos cada fin de semana, de visitar karaokes, de hacer yoga “estática”, de viajar a la playa, de tener una relación no tan sana que me ayudó a madurar y a comprender el significado de salud mental. En fin, hacía cosas por el simple hecho de disfrutarlas.

Ha pasado el tiempo y el futuro me come, carcome, o algo parecido. Ya me preocupo por lograr objetivos en cierto plazo, para después seguir en el futuro porque en realidad debería ya hacer un ahorro para mi vejez, hacerme de un patrimonio para no heredarlo a nadie en vista de mi evidente soltería empedernida, prepararme para tener mejores oportunidades. Me preocupa todo aquello relacionado con mi vida sin mis padres – lo sé, a los 33 años eso ya no debiera ser, pero afrontémoslo, su apoyo es genial cuando quiero pasearme por el mundo y buscar mi misión en la vida –

De repente entonces, me encuentro viendo esas fotos amarillas, sonrío ante ellas y quisiera meterme en una máquina para regresar el tiempo, perderme en el pasado de mis decisiones. Quisiera que mis amigos de aquel entonces no tuvieran tantas responsabilidades, me gustaría tener las tardes libres para ir a mi taller de creación literaria, desearía tener las ganas para hacer yoga todos los días, o poder irme a divertir en una alberca con vista al mar. Pero lo que más extraño es salir cada semana con mis amigos. Cuando me dan esos ataques de nostalgia, honestamente opto por hacerme una concha de caparazón grueso. Me quedo aislada del mundo, mi neurosis aumenta y mi pobre familia paga las consecuencias.  

Hace poco por alguna razón se alinearon los planetas. He podido contactarme con amigos de antaño, no con los que salía cada semana, sino otras personas agradables, divertidas, con las que también comparto intereses además de una visión. Cada vez que los veo, me lleno de ánimo, y en vez de fotos amarillas, ahora poseo a color, brillantes y divertidas, transformándose en un buen comienzo. Comienzo a escribir otra vez, comienzo a buscar todo aquello para alimentar mi espíritu, bueno, dejaré espacio también para las frivolidades como el anime o las mejor vestidas de la alfombra roja.

En mi cabeza se está formando una idea. Tal vez esas fotos amarillas en realidad son un ciclo, los ciclos terminan y yo debo dar el siguiente paso. No necesariamente a la madurez de un adulto, pero si a buscar otro paquete de fotos. Si la compañía de ellos me alimenta, si aprendo a querer la investigación, si retomo mi escritura, si puedo ahorrar para hacer un par de viajes más, o los que sean necesarios para sentirme bien, tal vez pueda comenzar la era del quinto sol…

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