viernes, 17 de febrero de 2012

¿Y si se los das?

Un día llegó mi hermana llegó para avisarme que mi mamá y yo iríamos a un evento de beneficencia. Se trataba de ir a jugar bingo en un casino. La idea era comprar un boleto con el cual se nos daba un desayuno de cortesía y después comprar el juego. Aunque el mismo boleto de entrada también incluía cuatro juegos de bingo. Se supone que al comprar los juegos no sólo obtenías un regalo, también ayudabas... ¿a qué?

Llegando al lugar, nos sentamos en una mesa apartada, solamente mi mamá y yo. Debo admitir que al principio me sentí un poco incómoda porque no es precisamente el tipo de ambientes en donde acostumbre estar. Sin embargo, me pareció entretenido tratar de observar a los participantes, mejor dicho, a las participante. Ya que los únicos asistentes hombres fueron un par de doctores que apoyan a la fundación organizadora de ese evento. Después se nos unió un grupo de señoras bastante simpáticas en general, salvo una, todas las demás eran primerizas como nosotras, tampoco estaban muy segura para quién era la ayuda. De pronto, una mujer amable comenzó a hablar por el micrófono. Al fin pude enterarme por qué estaba ahí: Donación de órganos. 

La verdad no sé si culpar a la religión católica, o a la extraña idea de que una vez después de muertos, el cuerpo debe ser tratado como un verdadero santuario. La cuestión es que en México no existe una cultura de donación de órganos. Mis propios padres ni siquiera quieren pensar en la posibilidad de que alguno de nosotros muera antes que ellos, así que pedirles tomen en serio la donación de órganos es un pequeño esfuerzo extra.

Los doctores asistentes conforman parte de una clínica unida a esta institución para ayudar a las personas que necesiten de un órgano. Comentaron que en mi estado había alrededor de 2 500 personas en espera de un órgano, para los cuales, tan sólo en el año pasado, sólo se pudo conseguir un total de 50 trasplantes y de 70 a 80 donaciones. Decían que no bastaba con poner en la licencia de manejo que eras donador (ese es mi caso), también era importante comunicarlo a la familia (también es mi caso). Me da tristeza saber que no se pueden conseguir ni siquiera el 10% de las donaciones necesarias. 

 Así que sólo aprovecharé a expresar mi sentir al respecto...

Si yo muero en una edad "decente" para dichos menesteres, no sé si pasaré al cielo o al infierno, o de plano mi alma padecerá los castigos del purgatorio. La cuestión es que yo ya no sentiré nada, no podré hablar, comer, jugar, bailar, de igual manera tampoco tendré hambre o pasaré frío. ¿Para qué quiero que veneren un molde vacío?, si mi muerte a una edad temprana puede ayudar a más personas, mejor servir para algo útil. Por mí, pueden aprovechar todo lo que sirva, ya sea órganos o tejidos. Si es que existe una vida después de la muerte, seguro estaré muy satisfecha de haber podido ayudar a otros.

En fin, mi reflexión es para invitar a quien me pudiera leer en pensar seriamente sobre esta opción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario