sábado, 26 de noviembre de 2011

El mundo en mi cabeza

Hace algunos ayeres, mi cabeza era sinónimo de caos, torbellinos y terremotos. La verdad es que estábamos en un situación familiar y económica un tanto difícil. Ya que han pasado los años comprendo que a pesar de todo pudimos haber estado peor, sin embargo, en ese momento yo fui incapaz de ver la salida a esos problemas. La verdad no estaba en mis manos resolverlos, ahora lo entiendo a la perfección.

Lamentablemente, mi poca madurez e inteligencia emocional provocó buscara una solución sencilla: La evasión. Así como los escritores románticos, al no tener un mundo hermoso, me inventé uno en mi cabeza. Suena raro, lo sé, pero así fue. Cuando algo no me gustaba o era demasiado fuerte para mí, lograba escabullirme a ese rincón de mi mente que representaba un santuario para mí, transformándose en el antónimo de mi caos torbellino terremoto. 

Imaginé un mundo lleno de jardines, con rosas y tulipanes. Todo verde, completamente cubierto de pasto. Dependiendo de la zona, era corto o me llegaba a los hombros. El cielo era de un color azul intenso, inundado de nubes blancas alcochonadas y un viento juguetón. En ese jardín me paseaba, jugaba o descansaba. También, como buena géminis, a veces me desdoblaba para hacerme compañía. Curiosamente siempre me imagino de vestido, con el cabello recogido, un tanto despeinada. 

El problema de poseer mi propia burbuja es que me hundí en una especie de ceguera. No era capaz de ver al mi alrededor. Sólo tenía pensamientos introspectivos, lo cual dificultaba mi relación con el mundo exterior, a pesar de tener una vida social bastante respetable. En esa época mi parte sensible estaba adormilada porque todo mi estrés, mi frustración y mi dolor se escondían en mi jardín secreto. 

Aunque suene exagerado... hubo un tiempo en que temí que ya no podría volver a este mundo...

Nada más alejado de la realidad. Algunos dicen que se debe tocar fondo para lograr pedir ayuda. Afortunadamente mi agujero no fue tan hondo y pude salir a base de mucho esfuerzo con un poco de apoyo. Fue entonces cuando mi pequeño santuario desapareció. He perdido tanto la práctica, que aunque intente concentrarme, no puedo recrear aquellas historias donde yo era una heroína hermosa, con un poder inimaginable. Recuerdo el jardín pero ya no lo siento. 

He abierto los ojos, ahora pongo más atención a lo que sucede en mi historia tocada por muchas historias más. Ahora soy excesivamente sensible, no puedo evitar pensar qué hay detrás de una cara con un asomo de sufrimiento. Imagino cada vida, imagino cómo se conectan las redes de contacto entre las personas, soy capaz de dramatizar los sentimientos y las vivencias de los demás. Ahora estoy en el otro extremo, ya no puedo huir a mi cabeza, sólo me queda aprender a equilibrarme.

Disfruto los detalles como observar la confianza de un niño en brazos de su padre, la velocidad con la que caminan los peatones, las preocupaciones de la gente alrededor. El valor, la voluntad de vivir, el sufrimiento, la generosidad. También me gusta ver cómo la gente se levanta a trabajar todos los días, se toman muy en serio su puesto de comida, son capaces de ser generosos y comprensivos a pesar de tener una situación peor que los demás. Veo detalles como la caballerosidad en un niño de 13 años, la falta de consideración a los viejos, el trabajo de las madres, de los padres, de los tíos.

Tantas cosas que ver... tantas sobre las cuales escribir... y el sentimiento a flor de piel.  Debo aprender a controlar mi torrente de emociones y canalizarlas. Creo que voy por buen camino. 

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