jueves, 25 de octubre de 2012

No siempre es bueno recordar...


Es muy extraño… puede ser que por haberme sometido a un creciente estrés, y creo en gran medida provocado por mi obsesión por hacer todo a tiempo, perfecto. Hace un momento le contaba a mi sobrino un anécdota de cuando viajé con el coro de la escuela a Washington…

Yo tenía 19 años, por azares del destino nos invitaron a esa universidad para realizar algo así como un intercambio cultural. Nosotros íbamos a ofrecer un concierto; a ser alojados por ellos, para después recibirlos en México. Al principio yo no pensaba ir, pero algo pasó (honestamente no recuerdo cómo estuvo) que terminé viajando para allá con mis compañeros. No niego que hubo momentos divertidos, sin embargo, en un momento crítico, me sentí bastante sola, por no decir abandonada.

La verdad creo que un ser superior me ayudó en ese viaje…

Entre las muchas cosas que me pasaron, recordé una de las razones por las cuales yo intento hacer mi buena acción de día lo más seguido posible…

La persona que me alojó se llama Carol, una mujer muy amable. Sus hijos, ya grandes, vivían de manera independiente y su esposo la había dejado por una mujer más joven. Contrario a lo que pudiera pensarse, Carol tenía muy buen humor, siempre estuvo sonriente y atenta, una anfitriona ejemplar la verdad. Nos llevó de paseo, siempre al pendiente de nuestra comida, de que nos sintiéramos cómodas. La verdad, se portó muy bien.

Sin querer, dejé mi boleto de avión (de regreso) en su casa, adentro de una bolsa de plástico. Una noche antes de regresar, nos quedamos en un hotel para estar más cerca del aeropuerto, y como buena mujer bien portada (porque eran mis años mozos y no me interesaba meterme en líos), me fui a dormir temprano en vez de estar en la fiesta universitaria.

Ya en el aeropuerto, a la hora de documentar, resulta que no llevaba el boleto de avión. Cuando estoy bajo mucha presión, me pongo nerviosa, haciendo que mi diccionario interno inglés-español simplemente desaparezca. La en ese entonces directora de Difusión Cultural me hizo favor de servir como intérprete y me dijeron que podía abordar minutos antes, que ellos documentaban por lo mientras mi equipaje, sin embargo, necesitaba mi pasaje, o bien, comprar uno nuevo. Obviamente no llevaba dinero ya, no tenía tarjeta de crédito en ese entonces y el mundo se me vino encima.

Supongo que alguien me dio la idea de hablarle a Carol, la verdad no recuerdo cómo estuvo, y ella me escuchó, tratando de entender mi balbuceo. Verificó el boleto, al encontrarlo me dijo que no me preocupara, me lo iba a llevar. Le compré un peluche, también como recomendación de mis compañeros, para agradecerle. Llego corriendo - ¡viajó una hora a toda velocidad para llegar! - y mi alma regresó a mi cuepo. Gracias a ella pude regresar a mi país tranquilamente.

Se me quedó grabado entonces lo que me dijo cuando le agradecí casi hasta las lágrimas su buen gesto: “Me hubiera gustado que alguien hubiera hecho algo así por mí cuando era joven”. Sus palabras me quedaron tatuadas. Ella lo hizo desde su alma, resultado de su buen corazón. Y me sirvió de ejemplo para ayudar a alguien más de manera desinteresada. Así lo entiendo yo, si alguien hace algo bueno por mí, entonces yo puedo hacer algo bueno por alguien,  y pasarle el mismo mensaje, tal vez logre sembrar una semilla como la sembraron en mí.

Obviamente, el ser sensible a ese tipo de cosas nació desde antes, con la educación de mis papás. Se necesita tener un contexto adecuado y un par de golpes de la vida para entender la frase de Carol. Sobre todo golpes de la vida.

Después de recordar la anécdota linda, de repente recordé también  mi sensación de soledad al ser abandonada por todos mis compañeros y maestros. Me dejaron sola a mi suerte. Nadie se quedó conmigo, ni siquiera por simple apoyo moral, todos estaban contentos, en la sala de espera, completamente indiferentes a mí. A decir verdad, la “coordinadora”, contó a otros lo que me había pasado como ejemplo de un ser irresponsable. Cuando mis papás se enteraron, se enojaron mucho, dijeron que era la responsabilidad de ella que todo saliera bien, de estar al pendiente y de velar por mi seguridad ya que era un viaje escolar. Lo cierto es que estuve más de una hora completamente sola, pidiéndole a Dios ayuda divina para ese trago amargo. Carol me dio una gran lección, y a reserva de parecer narcisista, creo que también Dios me cuidó mucho. Si no fue él, el universo se encargó de mi seguridad.

Y ahora tengo en el pecho ese sentimiento de ansiedad, ese sentimiento que te cierra la garganta, te aprisiona el pecho. Tengo ese sentimiento de desolación, de dolor ante el hecho de ser invisible para todos, que en verdad les dio lo mismo dejarme ahí. Más coraje tuve cuando llegamos a México y una de mis compañeras fue retenida en migración/aduana o cómo se llame. En ese momento otros compañeros estuvieron al pendiente de ella. Yo honestamente me seguí de largo más dolida que antes. Ese viaje lo padecí más que disfrutarlo. Aunque me llevé lecciones valiosas, tuve una experiencia “bipolar”, entre la soledad y la curiosidad de conocer algo distinto.

No soy santa, no todos despierta mi lado sensible, eso es cierto, pero espero estar aportando al mundo un poco para aquellas personas que se han sentido solas, que han sido abandonadas o que nadie voltea a ver. Creo que ahí es donde nace mi inquietud por darle voz a quienes no la tienen. Aunque sea a cuenta gotas, espero dar un poco de lo que a mí me quitaron.

En fin, es de noche y descansar me hará ver la luz al final del túnel otra vez.

1 comentario:

  1. Pues bueno srita.
    Siempre tendras la suerte que alguien te pueda rescatar, pero es porque tu tienes esa buena estrella.
    :)
    Mientras solo disfruta. Y si no pues ve por unas donas de chocolate que curan casi todo.

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