martes, 5 de julio de 2011

De etapa en etapa

Una de mis alumnas de preparatoria me comentaba que quería seguir siendo adolescente, a pesar de sus veinte años porque adora esa etapa de su vida. Yo me puse a pensar entonces en cuál fue la edad que más disfruté. Y honestamente, la pubertad es una etapa que amo haber dejado atrás.

En la actualidad, a pesar de mis puestos, de ser una maestra honorable y una autoridad preocupada por cuidar su reputación en la escuela - porque fuera de ella no me puedo hacer responsable - sigo siendo un tanto infantil. No me gusta perder en los juegos, soy muy intensa en mis reacciones y, en especial cuando peleo con mi hermano, me cuesta trabajo controlarlas. Puedo disfrutar comerme un helado de chocolate o una nieve de limón y muchas veces siento que el mundo no me entiende. Así que en ciertos aspectos, sigo siendo una adolescente. Aun así no extraño esa parte de la etapa en donde no entendía los cambios que estaba experimentando en mi cuerpo y en mi mente. No me gusta el hecho de pelear con mis padres hasta por decir hola, tampoco quisiera regresar a esa época donde mis ingresos dependían de las labores cumplidas en casa y mucho menos extraño pedir permiso para todo.

Honestamente, la edad que si extraño es la etapa entre los veinticinco y veintinueve años. En esa época pude viajar al extranjero, después regresé y obtuve un trabajo formal con un buen sueldo. Viajaba mucho, veía  a mis amigos en reuniones karaoke de menos una vez por mes. Salíamos a comer, al cine, nos veíamos por el simple placer de hacerlo. Todos estábamos solteros y la vida era una aventura. Extraño mi independencia, manejar mi carro - bueno, era de mis padres pero yo lo traía para todos lados -, no tener deudas y el tiempo suficiente para mi yoga, leer un libro al mes, mis conciertos, el ballet, el cine, la clase de creación literaria, las lecturas dramatizadas, las salidas al teatro, entre otras muchas cosas.

Desde hace un par de años, las cosas han cambiado, la mayoría de mis amigos ya se casaron o se han convertido en padres de familia. El relajo es diferente, las prioridades también. Mi actual trabajo consume mucho mi tiempo y energía, ya no tengo chance de ir a clases en la tarde porque me llevo trabajo a casa. Y lo más curioso del asunto es que no tengo un puesto de alto mando. Ahí siquiera justificaría mi falta de vida. Es por eso que la verdad agradezco y aprecio el hecho de tener buenos amigos que a pesar de los cambios siempre están ahí.

Por eso, mi propósito de año nuevo será retomar todas las actividades que me gustan, aprender y quitarme lo aburrido de la rutina diaria. 

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