lunes, 4 de julio de 2011

Transporte público

El transporte público, por lo menos para mí, es sinónimo de pesadilla. Cuando apenas lo comenzaba a utilizar, en mis años mozos, era una novedad pues mi madre, como una buena mujer sobreprotectora con sus hijos, no nos dejaba utilizar los camiones para que no padeciéramos lo que ella cuando joven.

Pues bien, al principio me divertía observando la clase de gente que los toma, escenas de las mamás cargando el mandado con sus tres hijos por detrás, como la canción de "La Patita" de Cri-cri. También estaban los profesionistas muy encopetado y presumidos, que en sus puestos miran por debajo del hombro a todos, pero al fin de al cabo utilizando el camión. Me impactaban las mujeres que subían con tacones de diez o doce centímetros y andaban como con zapato de piso. Para mí, al principio era un universo de historias paralelas esperando a ser escuchadas por un ente extraño a ese medio.

En cambio ahora, después de casi un año de tomarlo diariamente a fuerza no puedo decir lo mismo. Me fastidia que los camioneros olviden a todos los pasajeros que tenemos la necesidad de utilizar sus unidades. Recuerdo el otro día, en que me senté hasta atrás porque iba sola y de repente pasamos un tope, la verdad no sé cuántos centímetros subí, pero fueron los suficientes para recordarle su madre, su abuela y su bisabuela al amable chofer. Otro día, iba con el radio a todo volumen así que no extrañé ir al antro porque ahí podía pararme a bailar al ritmo de la Sonora Santanera y los Tucanes de Tijuana, la verdad ni siquiera podía escuchar a mi compañera de viaje.

Una de mis peores experiencias en los camiones fue un vez que escuché un grito ahogado en la parte de atrás. Honestamente no volteé, simplemente no hice caso hasta que otro pasajero salió corriendo pidiendo ayuda. Al parecer el señor tuvo un ataque y se convulsionó para después desmayarse. Nos estacionamos justo en frente de un hospital y el chofer llamó a una ambulancia desde su celular. Me quedó un cargo de conciencia porque no reaccioné rápido y fui a llamar a alguien en esa clínica. Tuvimos que irnos y espero lo hayan podido ayudar. La verdad, ese día me llevé un buen susto.

Aun así,  para ser justos, a todos esos malos momentos, existe el equilibrio. Yo estudié en una de las escuelas más caras de mi ciudad, y para muchos de esos choferes es señal de tener dinero, sin tomar en cuenta la posibilidad de que haya becados ahí o hijos de padres sacrificados, la cuestión es que en ese tiempo era su obligación hacer un descuento a los alumnos y ellos solían no hacerlo porque éramos "ricos", razón por la cual yo ni siquiera me tomaba la molestia de mostrar mi credencial de estudiante. Una vez, saliendo de la escuela le hice la parada a un camión, cuando me subí el señor me devolvió cambio y le dije me estaba cobrando menos, a lo cual respondió, eres estudiante, le dije ¿no importa que sea del Tec?, eres estudiante ¿no?

Ese hombre me dio muestras de espíritu de servicio y de humildad. Entiendo que tengan sus problemas, pero en serio, deberían volver a ser usuarios de sus propias unidades para recordar lo que se siente ser un pasajero y tener que aguantar todo lo que ellos hacen.

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