jueves, 2 de junio de 2011

Hablando de mayo en junio...

En mis recuerdo de infancia, siempre está presente una figura que hasta la fecha me hace sentir segura y querida. Mi mamá tuvo la oportunidad de ser ama de casa y madre 100% dedicada a sus hijos cuando nosotros éramos pequeños. Yo la recuerdo en nuestras salidas, las vacaciones, haciendo la tarea, arreglando la casa y jugando con nosotros. Siempre con una cámara en mano para congelar sus momentos preferidos y hasta grabando nuestras voces para que perduraran en los ya casi fallecidos audio cassette. 

La verdad quedan pocas mujeres como mi madre. Ella es de la vieja escuela, donde el administrar una casa y tener hijos no era una obligación, era más bien una vocación que a muchas mujeres las hacía sentirse plenas. Razón por la cual yo no entiendo las críticas a aquellas personas que deciden dedicarse a su hogar, como si no hubiera satisfacción alguna en tener y atender a la familia que decidiste formar. Honestamente ser ama de casa es uno de los trabajos más pesados: no hay remuneración, prestaciones o vacaciones. Además tampoco se maneja un horario o turnos. 

Así pues, mi mamá me ha enseñado que la fortaleza de espíritu va acompañada de una sonrisa, de un ejercicio mental donde se ve y se disfruta lo bueno de la vida. Mi mamá, a pesar de los problemas o el cansancio sabe disfrutar un rico bolillo con mantequilla, un chocolate o de la música y el baile. Ella no desquita en nosotros sus frustraciones o enojos, es una mujer admirable con una intuición tremenda y un alma pura, capaz de entender el dolor del mundo y cambiarlo por un sentimiento confortable. Mi mamá es la representación del amor a la vida, a su familia, a la gente del mundo. Mi mamá se identifica con esa frase de la Madre María Eugenia - fundadora de la orden Asuncionista - "El mundo no es lo suficientemente grande para mi amor". Además de eso, es una de las mujeres más sabias que conozco, si quiero saber cómo superar cualquier situación, puedo preguntarle a ella, seguro me dará el consejo más acertado.

La verdad, si un día llego a tener hijos, me encantaría que me recordaran como yo recuerdo a mi mamá. 

Cuando sea grande quiero ser como ella... ¡eso es un hecho! 

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