jueves, 21 de abril de 2011

Con instinto asesino...

Una de las razones por las cuales disfruto ir al cine es que al estar a obscuras, con la pantallota en la cara y la música a todo volumen te puedes meter en la historia y disfrutarla. ¿Y qué sucede cuando tus compañeros de fila, tus "vecinos" de aventuras creen estar en su sala de televisión?

El día de ayer fui a ver "Agentes del destino", una película palomera con partes entretenidas. Pues bien, llegamos un poco tarde, nos tocó hasta delante - eso sí es una experiencia viva, parece que estamos dentro de la pantalla - y una pareja entró después de nosotras. Ese par de personitas hermosas y discretas tuvieron la feliz ocurrencia de arreglar problemas laborales a través del teléfono, hablar en voz alta sobre lo que pensaban que iba a pasar en la siguiente escena, hacer chistes un tanto estúpidos y risas a más no poder.

Es ahí entonces, cuando desearía transformarme en un Reaper, sacar mi hacha y cortarles la cabeza. No me molestaría verlas rodando sin con eso consigo un poco de silencio. Honestamente, un poco de cortesía no hace daño a nadie, y si en verdad van a entretenerse, eso quiere decir sellar la boca hasta que termina la película, y si acaso es permitido un par de chistoretes o comentarios en voz baja.

Digo, no todas las películas son joyitas del cine, la cuestión es que el chiste de estar en la sala es olvidarse un poco del entorno, no llevarlo ahí. En fin, a lo mejor la siguiente vez me animo y les digo que guarden silencio o mejor renten una película y la vean en su casa. 

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