martes, 19 de abril de 2011

Salté... salto

Cuando era pequeña me tocó formar parte de un gran número de generaciones que crecieron con Candy Candy. Mi primer amor, igual que el de ella, fue Anthony. Ese hermoso caballero, amante de las rosas, educado, guapo y amable. Siempre preocupado por Candy, tratándola como reina. Él fue mi primer amor, era muy chiquilla para entenderlo entonces, pero recuerdo que cuando bailaban ellos dos, o parecía que se iban a dar un beso, o cuando Anthony decide que se va a casar con ella, era en esos momentos cuando mi hermana y yo nos poníamos a saltar de un sillón a otro gritando de la emoción. Ya un poco más grande, viendo las repeticiones comprendí que yo quería un novio así, y que si me emocionaba es porque comenzaba a entender cómo se sentía cuando te gustaba un chico. Y a esa temprana edad, descubrí también lo que es perder a tu primer amor. La muerte de Anthony me hizo llorar la primera vez que la vi, aunque creo que lloré más el año pasado que volví a ver la serie. Es como si me hubiesen quitado a mi príncipe de golpe. Sufrí... sufrí mucho...

Después de ese primer amor aparece Terry, él no me gustaba tanto porque toda la vida peleaba con Candy. Cambié de opinión cuando fueron las vacaciones de verano y ambos dos aceptaron sus sentimientos el uno por el otro. Sufrí con Candy cuando se fue Terry del internado, me emocioné cuando lo volvió a ver en la obra de teatro. Y fue el año pasado cuando lloré otra vez, sufrí mucho más al ver la despedida de esos dos... era el amor adulto, el amor que se sufre, se padece, te acompaña y a lo mejor recuperas.

Extrañaba sentirme así con una serie, hasta que vi Kimi ni Todoke. Es una serie completamente rosa a decir basta. Es más, los estelares sólo han llegado a tomarse de la mano. Pero les costó tanto trabajo acercarse lo suficiente el uno al otro, el aceptar sus sentimientos, que cuando por fin sucedió, debo aceptar que tuve una regresión a la infancia. Salté, lloré, me puse una almohada en la boca para gritar a gusto - cabe mencionar que estaba sola en casa pero si me dio como pena ajena a mi edad hacer esas cosas - y me moví como babosa con sal porque en verdad, me enamoré otra vez del estelar. Me encanta sentir todas esas emociones, perderme en la historia, pensar que puede ser la mía aunque sea una animación. Sigo esperando el siguiente episodio para ver a ese par de mensos avanzando y madurando juntos.

En el fondo guardo esa parte infantil que se emociona, salta y llora con las historias ajenas, y si son de animación es peor el efecto en mí. Así que seguiré buscando esas regresiones divertidas y bastante recomendables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario