martes, 17 de mayo de 2011

Acariciando al primer mundo...

Mi colonia es de esas colonias residenciales de hace algún tiempo pero no muy viejas. Tiene una zona verde a la que le llamamos cariñosamente parque. Como buena colonia de antaño, tiene calles pavimentadas y otras con empedrado de piedras de río.

Una peculiaridad de mi colonia es, que a diferencia de los fraccionamientos modernos, es un completo desbarajuste. Hay calles que son como herraduras, algunas cerradas, avenidas que se cortan y vuelven a comenzar - como la mía - y lo más interesante de todo es que ni siquiera los mismos colonos sabemos dónde están las calles, es fácil perder al incauto que se le ocurre preguntarnos.

Además de eso, otra particularidad es el nombre de las calles. Tenemos algunas con tema religioso como Monasterio, Monjes y Sto. Domingo... y de ahí, los nombres no están para nada relacionados pues tenemos Puente de Alvarado, Indio Triste, Moneda, Pajaritos, La Acordada, El Callejón del Beso, Plateros, Vizcaynas, Espíritu Santo, La Joya, Doncellas, y un largo etcétera. Mi papá de plano optó por sacar una ampliación de un mapa que encontró para ayudar a los perdidos.

Por qué platico esto. Pues bien, acabo de enterarme que ya tiene tiempo que una persona común y corriente puede comprar su despensa a través de Internet. Por azares del destino, mi hermana optó por utilizar dicha innovación para nosotros - pues en el primer mundo es de lo más normal - e hizo el pedido a modo express, para que lo llevaran esa misma noche. Por cuestiones de programación nos tocó en el horario entre ocho y nueve de la noche. En la descripción del servicio, decía claramente que iba  a llegar un servicio de taxi con nuestro pedido.

Por ahí de las nueve y media, sonó el timbre como un lamento desesperado y mientras preguntábamos quién era, el joven proveedor seguía tocando el timbre como si estuviéramos sordos. Abrí la puerta y en vez de encontrar un flamante taxi, vi a un jovencito moreno con unas hojas maltratadas en la mano y un carrito de supermercado en frente de él. Después de un saludo (aunque no estoy segura creo que lo hizo), lo primero que hizo fue decir no sabe el trabajo que me costó llegar, me perdí, yo ni soy del departamento de abarrotes pero como estaba cerca me mandaron. Incluso, ante su prisa para irse, nos ayudó a meter las bolsas a la casa. Le pregunté si era de fuera a lo que respondió que si.

Después de media hora de seguir perpleja, lo único que pude pensar es "sólo en México pasan estas cosas". Lo único que puedo hacer es imaginar la escena: Supongo que dijeron, para qué gastar en taxi si la colonia del pedido está atrás del supermercado, hey fulanito de tal ve y entrega el pedido, llévate un carrito si es necesario. Oye sabes dónde está la calle, no, pero ahí preguntas. Seguramente el pobre hombre se introdujo a la colonia y comenzó a buscar la calle, se dio cuenta de que no tenían relación alguna los nombres, seguro siguió caminando por las banquetas de una lado a otro sorteando árboles y gente. Lo imagino preguntando a algún colono o en el oxxo en dónde se encontraba la calle y casi veo la respuesta de perdón, no sabría decirle. Puede ser que haya llegado a la primera parte de mi calle, y viera que la numeración terminaba mucho antes de lo indicado en la dirección. Seguro se preguntó si estaba bien escrita y la leyó una y otra vez en el papel. A lo mejor encontró el retorno que lo llevó a la segunda parte de la calle. Tal vez quiso llorar y lo que si es un hecho es que se la pasó renegando todo el camino. 

En resumen, el carrito del super y empedrado no es una buena combinación, aunado a un mapa no existente en una colonia enredada. Cuando vio mi casa, seguro agradeció haberlo hecho y después se fue a desahogar con su jefe. Así pues, a pesar de la modernidad del pedido, mi gente sigue diciendo hay que ser prácticos.

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