jueves, 5 de mayo de 2011

El cristal con que se mira...

Hay días en los que despierto comiéndome al mundo, quiero brillar en sociedad y ser la persona más llamativa del lugar. Me siento bien y la mejor en todo lo que hago, creo que el planeta entero es mío y con un simple movimiento de mi mano puedo transformarme en una hechicera y hacer magia. En esos días amo el ruido, al cual tomo como sinónimo de alegría. Se puede gritar, reír a carcajadas, ser impertinente con el otro. Ese día es mío, ese día soy la reina. 

Lamentablemente, hay días como hoy en los que me siento todo lo contrario. No tengo energía para interactuar con otros, prefiero más bien el silencio y la soledad. Me vuelvo más torpe, siento que el mundo se ha detenido y de repente comprendo la pequeña partícula que represento en el universo.

Todo eso me hace recordar un ejercicio en clase de literatura. El maestro nos pidió escribir un cuento basado en una emoción. Como siempre, el mío no fue tan bien logrado, le faltaban elementos depresivos (ya que ese era el estado de ánimo de mi personaje) y aún así, algunas personas que lo leyeron pudieron sentirse igual. También recuerdo esa historia en donde termina diciendo el personaje algo así como "traté de cambiar el mundo y no lo logré; traté de cambiar mi entorno y no pude hacer; entonces cambié yo y todo al mi alrededor cambió".

Los estados de ánimo son algo traicioneros y pueden transformar por completo nuestra visión del mundo. En mi caso, en verdad me vuelvo más torpe cuando estoy nerviosa o un poco angustiada. Se me caen las hojas de las manos, tartamudeo en el momento menos adecuado y hago preguntas o comentarios un tanto impertinentes. Como el día que en vez de preguntar cómo está tu esposa, dije ¿sigues con tu esposa?

Entonces, ese cristal con que se mira llamado perspectiva depende por completo de nuestro estado de ánimo, y me he dado cuento que en mi caso a veces se trata de una batalla campal por sentirme bien y otras veces simplemente sonrío al ver lo que ha sido mi vida y mis logros, incluso mis fracasos. La esperanza de un mundo mejor todavía no se ha marchado del todo.

Así que me quedaré con la lección que me dio mi alumno ayer. Estaba yo preguntándole si había alguna chica que le gustara. Me entretengo molestándolos con preguntas incómodas, pero este chico en particular siempre está relajado y me respondió sin pena alguna. Así que cambié de estrategia y seguía sin sonrojarse, lo cual estropeó por completo mi diversión. Me preguntó entonces "¿por qué te molesta que sea feliz?", y me llamó mucho la atención su pregunta. Yo le dije que no me molestaba que fuera feliz, si no que arruinara mi diversión estando siempre tan relajado... "entonces ¿eres feliz?" y me dice "sí, siempre estoy relajado y soy muy muy feliz". Lo que me encantó, y todavía guardo como una fotografía en mi mente, es que se perdió su mirada en el horizonte y sonrió desde el estómago - así digo cuando se hace de todo corazón y de manera honesta - 

Definitivamente las grandes lecciones vienen de quien menos te lo esperas, espero que un día puedan tomarme una foto donde yo esté distraída, con una expresión relajada y así sea el cristal con el que mire al mundo. 

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