miércoles, 4 de mayo de 2011

Algunas manías...

Cuando era niña me volví experta en cazar cucarachas. En casa de mi abuelita, donde pasé gran parte de mi infancia, aparecían en la noche por doquier. Yo las localizaba, iba corriendo por la escoba ya que hasta la fecha no soporto oírlas crujir debajo de mi zapato, las perseguía, mataba y desechaba. Y cuando nos pasamos a la "nueva casa", nos importó poco no tener las ventanas del recibidor y el estudio. Mis hermanos, mi primo y yo nos volvimos expertos en matar moscos, de a quince o veinte por día. Obviamente esos días terminaron una vez colocadas las ventanas.

Mientras van pasando los años, me he vuelto un poco más maniaca, y en parte culpo un poco a mi madre por ello. Mamá es una linda mujer, pero bastante obsesiva con la higiene. Un simple detalle como el hecho de que lava todo lo que va a dar a la cocina, y no hablo sólo de frutas y verduras, ella incluye también los paquetes de pan, de pasta, las envolturas de las golosinas, etc.

¿Qué viene al caso lo de las cucarachas?, pues bien, cada día pienso más en todos los gérmenes que nos rodean. En los lugares por donde pasan los animales, en la sangre que no deseo en mis manos o embarrada en la pared. Entonces veo una cucaracha y no sólo pienso que es un animal que cruje, también pienso en todas las alcantarillas que visitó, la basura o la otra cucaracha que se comió. Así que no soporto ni siquiera verlas. Una vez vi un par de antenas asomarse por el lavadero y mi grito creo recorrió media manzana, después le eché agua y tapé el agujero. Es grande mi horror.

Otra de mis manías, y creo que esa si es propia, es el no poder ver una sola gota líquida en la mesa. No me molestan las moronitas de pan o incluso si se tira un poco de comida. Pero si cae aunque sea una gota de sopa, de refresco, agua o todo lo que se le parezca, mi vista se fija en esa gota y no puedo estar tranquila hasta que la limpio. Honestamente me sorprende lo obsesiva que puedo ser. 

Tampoco puedo dormir con puertas abiertas. En mi cuarto hay tres, una es del baño, otra del clóset y la de la entrada al cuarto. Todas las noches sin falta, a menos que el calor sea desesperante, tengo que cerrar las puertas para conciliar el sueño. A veces creo que es el resultado de ver tanta película de terror. Soy una mujer miedosa, a pesar de saber que es ficticio, suelo imaginar los fantasmas en el cuarto. Mi cama es una especie de santuario o escudo protector para todo lo antinatural, así que procuro no sacar los pies de ella. Las peores películas para aumentar mi ansiedad son las asiáticas. A pesar de eso, sigo pensando que si no te espantan no vale la pena ir a verlas. Hablando de cine, tampoco soporto a la gente que se levanta a la mitad de una función y se va sin ver el final, me molesta tanto que no puedo disfrutar por completo la película.

Y podría seguir hablando de todas mis manías pero lo que realmente me interesa es sobre reflexionar de dónde surgieron. A decir verdad, muchas de ellas las he heredado. Se aprende de observar a los padres, a los adultos que elegimos como autoridad. Otras las he desarrollado y en verdad sería interesante conocer de dónde surgió esa necedad de adoptar actitudes que aumentan la ansiedad de una persona. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario